miércoles, 16 de abril de 2008

INTELECTUALES EXPRESAN CONSIDERACIONES SOBRE LA REFORMA PETROLERA

Al Poder Legislativo, a la opinión pública:

Ante un triunfo de la civilidad, la saludable aceptación en el Congreso de la Unión de la propuesta del debate nacional del Frente Amplio Progresista sobre los temas energéticos, queda señalar algunas certidumbres y sugerencias:

El debate necesita el tiempo justo y el primer debate debe ser sobre cuál es el tiempo justo.

Estos días se han distinguido por sólidas y lamentables campañas de odio y por la personalización al extremo del conflicto. Nos importa sobremanera destacar que el centro y la razón de todo es el carácter de la reforma, del cual dependerá gran parte del destino próximo de México. Aunque ningún debate lo signifique todo, este, ya propuesto y aceptado, sí clarificará lo suficiente las condiciones de la reforma a Pemex. No sólo hay que darle tiempo al debate, hay que negárselo a las descalificaciones tan innecesarias, y hacerlo todo en el clima de serenidad exigible y evidente. Las razones trascienden siempre a las presiones, y este es nuestro compromiso.

Es indispensable que no sólo el Poder Legislativo, encargado de la última forma legal del proyecto, sino la sociedad civil en sus muy variados sectores, discuta y adquiera, durante el debate, muchísimos elementos de juicio, hasta ahora monopolizados por quienes creen monopolizar a los expertos. Como se ha probado, expertos los hay en ambos lados de la polémica, y a ellos les corresponderán los cuestionamientos centrales, pero a todos nos corresponde participar, en la medida de nuestras posibilidades, en el proceso de ciudadanización que va de lo que no se nos ha permitido conocer a lo que necesitamos saber para ser parte activa y no meramente contemplativa o rezongona de la nación.

Para que el debate sea efectivamente nacional y efectivamente local requiere de la intervención de la radio y la televisión. Sin esto sería un diálogo entre expertos, o inexpertos, sin las repercusiones mínimas, salvo, como se ha visto, el saqueo de los recursos nacionales.

La experiencia histórica impulsa la exigencia de tiempo justo para el debate. Hemos visto y lo hemos resentido profundamente cómo, de qué forma, al arrinconar a la ciudadanía y al concentrar todo en unos cuantos delegados de todavía menos personas, se cometen atentados auténticos como el Fobaproa, el IPAB, el rescate de las carreteras y demás privatizaciones. ¡Cómo hubiera hecho falta un debate nacional en torno al Fobaproa!

Un resultado positivo ya innegable: se vive en el orden nacional y como exigencia inaplazable la exigencia de debates que contrarresten y trasciendan el desánimo y el aplazamiento de la ciudadanización. Ese vigor comunitario no debe perderse. Ir al debate en los tiempos que el debate mismo exige es un procedimiento civilizado y racional.

Atentamente.

Marco Antonio Campos, Rolando Cordera, Arnaldo Córdova, Laura Esquivel, Bolívar Echeverría, Víctor Flores Olea, Luis Javier Garrido, Héctor Díaz Polanco, Margo Glantz, Antonio Gershenson, Enrique González Pedrero, Hugo Gutiérrez Vega, David Ibarra, Guadalupe Loaeza, Lorenzo Meyer, Carlos Monsiváis, Jorge Eduardo Navarrete, Carlos Payán, Carlos Pellicer, José María Pérez Gay, Sergio Pitol, Elena Poniatowska, Ida Rodríguez Prampolini, Adolfo Sánchez Rebolledo, Enrique Semo y Héctor Vasconcelos

PEMEX, POR ELENA PONIATOWSKA

Desde niña, en los cuarentas, oí a la maestra de tercero de primaria decirnos que el petróleo era nuestro y que la nacionalización del petróleo era una hazaña en la que habían participado los mexicanos más pobres. “Fíjense, hasta blanquillos (porque no decía huevos) le llevaron al general Cárdenas y a doña Amalia para pagar la deuda”. Deduje que el petróleo nos construía como nación, que el petróleo era parte de nuestra identidad y que México se cubriría de pozos petroleros como los que alguna vez vi arder en la noche al pasar por carretera frente a Minatitlán.
Ver esos altos chorros de luz gaseosa contra un cielo negro daba miedo, había algo diabólico en esa fuerza, algo inexplicable que hizo decir a López Velarde que los veneros del petróleo los escrituró el diablo.
El pozo petrolero era un símbolo y según la seño Velásquez, su gas incendiario debía arder en cada uno de nosotros para alimentar a la patria.
Ahora oigo hablar de privatización, despojo, asociación con empresas trasnacionales, exploración y explotación en aguas profundas, reforma energética, venta de garaje, rectoría del Estado sobre hidrocarburos, estrategias perversas, problemas estructurales, desestabilización, robo, corrupción, costos políticos, asociación con el capital privado, quiebra de PEMEX. Como nunca, PEMEX está hoy en el tapete de las discusiones y las amas de casa hablamos del precio del barril del petróleo, de cómo desarrollar nuestro potencial petrolero, de que la venta de PEMEX nos concierne a todos e impedirlo es nuestro desafío. No es que sepamos, es que somos parte de los miles y miles de ciudadanos que salimos a la calle como lo hicimos el martes 25 de marzo a manifestarnos y a proclamar que PEMEX es una empresa pública y es vital para nuestro futuro.
¿Cuál es nuestra fuerza? Es inexplicable como es inexplicable que miles de ciudadanos llenemos el Zócalo al llamado de AMLO. ¿Qué somos? ¿Quiénes somos? Una fuerza moral, la misma que hace 70 años aportó gallinas, blanquillos y centavos liados en un pañuelo para la nacionalización del petróleo que abrió un capítulo esperanzador en la historia de México. No fuimos nosotros los malos administradores sino el mal gobierno que después del mandato de Lázaro Cárdenas confundió la palabra gobernar con el tráfico de influencias. Nuestra presencia es en sí una estrategia y es ella la que llama al debate e influye en quienes hoy nos mandan. Nuestra presencia es en sí una defensa del petróleo y de ésa defensa –a través de grandes movilizaciones que obviamente pesan en la vida pública- depende el futuro de nuestra nación: México.
Seguiremos en la batalla y seguiremos convocando a los mexicanos de todos los días, a los mexicanos de la calle, a los que no son ni especialistas, ni académicos, ni funcionarios a manifestarse en defensa del petróleo. Iba yo a escribir que el petróleo es nuestra máxima riqueza, pero no, nuestra riqueza la constituimos los manifestantes en la plaza pública que decimos NO a la privatización.

Los veneros de petróleo que nos dio el Diablo II

FERNANDO DEL PASO

“La nacionalización del petróleo, simbolizada en el manejo absoluto de la industria por Petróleos Mexicanos, está herida de muerte…” “…cuando se está abriendo la puerta franca a los capitalistas y tiburones de las finanzas mexicanas, éstos [los mexicanos] les abrirán a aquellos [los extranjeros] el camino, sirviéndoles de pantalla”.

Estas palabras pertenecen a un artículo publicado en el mismo número de la revista Forma antes mencionada, fueron escritas hace más de 60 años por Narciso Bassols como una crítica a la propuesta hecha al Congreso por el presidente Ávila Camacho, en el sentido de hacer reformas a la Ley del Petróleo entonces en vigor.

Bassols agrega: “…carece por completo de justificación el Presidente de la República al decir que el cambio simplemente consiste en que ahora la colaboración privada debe realizarse dentro de formas jurídicas diversas de la concesión”.

Vemos así que el propósito de privatizar Pemex, o al menos parcialmente, nació casi al día siguiente de la nacionalización.


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