domingo, 14 de septiembre de 2008

LA LUCHA INTERNA EN EL PRD





Arnaldo Córdova
La lucha interna en el PRD

En recuerdo de Pepe Zamarripa

Hubo un tiempo, ya lejano, en el que el concepto de lucha interna en la vieja izquierda comunista y partidista llegó a tener una gran altura conceptual. Desde los tiempos de Lenin significó debate de ideas, de grandes ideas, como las del partido que se debía tener o el régimen social y político que se proponía a la sociedad. Luego se convirtió en simple lucha por el poder interno. Cuando yo ingresé al Partido Comunista Mexicano, en 1956, el tema estaba en su apogeo, como lucha por la dirección del partido.

Durante muchos años presencié la discusión en torno a la lucha interna, hasta que abandoné el Partido, 10 años después. A final de cuentas, todo resultaba en un simple reacomodo de poderes internos. Cuando se fundó el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el tema desapareció y, en consonancia con los tiempos de la reforma política, sólo se habló de unificar a todas las fuerzas de izquierda. Ahora, en el PRD, el concepto vuelve a escena, sólo que muy degradado, sólo para ser de nuevo lucha por el poder interno.

Tal y como casi todo mundo lo ve, el PRD pareciera un partido sin futuro, deshilachado, polarizado, dividido sin remedio y, en todo caso, perdedor. Se trata de un partido que ostenta tener un padrón de más de tres millones y medio de afiliados. En mis viajes por el país a propósito de mis participaciones en los foros y debates sobre la cuestión petrolera, a los que me han invitado todo tipo de organizaciones e instituciones académicas, siempre me encuentro con muchísimos perredistas. Cuando yo les pregunto si son de Nueva Izquierda o de Izquierda Unida, la respuesta puntual es: somos lópezobradoristas.

Como miembro fundador de ese partido, me preocupa lo que pasa en el PRD. No puedo ser neutral. Como casi todos los perredistas del país, pienso que mi lugar está en el movimiento cívico que encabeza López Obrador. Y mi conclusión siempre ha sido: eso está ocurriendo en el partido, esa pugna entre grupos de poder se está dando sólo en la cúpula. La lucha interna se reduce a una lucha entre facciones que no logra involucrar al grueso de los militantes. Claro que no son grupúsculos. Son varias decenas de miles de profesionales de la política.

A donde quiera que voy siempre veo una ausencia total de la militancia de base en el conflicto de los dos polos en lucha por el poder interno, sea a nivel regional sea a nivel nacional. Casi todos los perredistas se desmarcan del conflicto, no les interesa y, en la mayoría de los casos, lo repudian. En cambio, siempre veo que los militantes sienten que su lucha es la que el movimiento cívico está emprendiendo. Muchas veces me han invitado organizaciones lópezobradoristas y, cuando les pregunto cuántos de los asistentes son perredistas, siempre encuentro una inmensa mayoría entre ellos.

El chuchinero en el que está convertido hoy el PRD es un fenómeno de cúpula, de elite, y no define, en realidad, lo que es ese partido. Este nació más como movimiento que como partido y siempre se ha mantenido así. Era algo que a mí, en lo personal, me disgustaba, porque yo quería una organización políticamente concentrada y de verdad operante. Pero hoy pienso que eso, precisamente, ha sido la salvación del PRD. Por supuesto que, en las condiciones actuales, para las próximas elecciones, el partido va a un desastre seguro y ya anunciado. Pero como movimiento mantiene su vitalidad y López Obrador, con su liderazgo creativo y persistente, lo ha fortalecido.

En las elecciones los militantes de base no tienen interés porque carecen de estímulos. Ver a exponentes de los bandos en pugna (simples activistas profesionales y no verdaderos políticos) como candidatos no les atrae mínimamente. Para las próximas elecciones, el PRD podría volver a ser un partido triunfador sólo si su movimiento social y político hace un llamado para participar en ellas e impone a candidatos con auténtico raigambre popular. A ningún perredista le simpatiza la idea de seguir mandando a los puestos de elección popular a logreros corruptos y malafamados para que los represente.

El abrumador dominio de los chuchos en el aparato burocrático del PRD, usando de sus bienes y de muchos más que les llegan de fuera, es sólo eso: un dominio burocrático, de cúpula. La masa del partido sigue al margen y no está interesada en participar en esa pugna. A los encinistas les pasa lo mismo, con la notable excepción del DF, en donde han logrado hacer una política de masas efectiva frente al dominio chuchista. En dondequiera que intenten contender con los chuchos estarán en desventaja si lo hacen a nivel del poder burocrático. Deberán fundarse en el movimiento y dejar que sus contrincantes se revuelquen en el lodazal en el que han levantado su poder.

Los seguidores de ambos lados forman grupos, ante todo, clientelares y se manejan en la superficie. Están acostumbrados a comprar y vender, a los cochupos y a las componendas. Esa es su política “moderna”. No tienen banderas, sólo intereses y están dispuestos a defenderlos a como dé lugar. Se montaron en el debate petrolero porque no les quedó de otra y porque no tenían nada que decir al respecto. Los chuchos se aprestan a “negociar” y lo han hecho saber de muchas maneras, acusando a los rivales de no saber hacer política.

Hoy el verdadero PRD no está en sus siglas, las que sólo representan esa ínfima burocracia en la que se da el enfrentamiento. Está en el movimiento cívico que encabeza López Obrador. No lucha por botines y puestos, sino por causas justas. No hace componendas, sino denuncias y propuestas. No tranza, sino que debate y ha demostrado que sabe debatir y obligar a escuchar razones. No anda haciendo arreglos arriba, en las cúpulas del poder, sino que convoca al pueblo en las plazas y debate en todos los foros a los que se le deja entrar.

Ese verdadero PRD tiene otro mérito, para mí entrañable: por primera vez en la historia, sabe convocar a los intelectuales y hacerlos partícipes de su lucha. Eso ha valido a los intelectuales denuestos a más no poder. Pero les ha dado el valor suficiente para participar en esta lucha, sabedores de que ahora son escuchados. Eso es mucho.

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EL PRECIO "OFICIAL" DEL PETROLEO, UNA NUEVA MENTIRA





Antonio Gershenson
gershen@servidor.unam.mx
El precio “oficial” del petróleo, una nueva mentira

Por enésima vez, la Secretaría de Hacienda y las normas en las que se basa para fijar el precio “oficial” del petróleo mexicano de exportación, caen en el ridículo y han sido, una y otra vez, desmentidas por la realidad.

Si para 2008 el precio “oficial” aprobado en la Ley de Ingresos fue de 49 dólares por barril para el promedio de las exportaciones mexicanas de crudo, el precio medido hasta la fecha –faltan unos meses para que termine el año– es del orden de los cien dólares por barril. Estimaron nada más que la mitad. Alguna funcionaria quiso compensarlos aumentando las reservas de crudo a casi el doble en tres semanas. Y ahora la “previsión oficial” es, para 2009, de 80.3 dólares por barril. En los Criterios Generales de Política Económica, documento base que anualmente envía el Ejecutivo federal a las cámaras, entre el estimado para 2008 de este precio de la “canasta mexicana” (que son 96.5 dólares) y los 80.3 “previstos” para 2009, hay una baja de poco más de 20 por ciento.

Simplemente como referencia, según la Energy Information Administration estadunidense, el cambio será, para el crudo de referencia de ese país, el West Texas Intermediate, de 115.18 dólares por barril estimados para 2008, a 126.50 previstos para 2009, un aumento de casi 10 por ciento. Habría, en términos gruesos, una diferencia entre ambas previsiones de 30 por ciento.

Debemos insistir en lo ridículos que son los supuestos que usan los tecnócratas: un promedio de los últimos 10 años, y supuesto de la variación lineal de los precios. Los precios cambian cíclicamente y hace 10 años tuvimos el más bajo en muchos años hacia adelante y hacia atrás. Estamos llegando a la cresta, y nos quieren meter esos “criterios”, que no checan ni con el de sus maestros, si nos referimos a los que estudiaron posgrados en universidades estadunidenses, y que prevén un aumento, y no una reducción de los precios del petróleo.

Algunos elementos que pueden incidir en el precio del petróleo en 2009, y que son importantes, ni se mencionan. Me refiero ante todo a la guerra de Irak. Este conflicto bélico ha contado mucho en los aumentos sucesivos de los años recientes y, al retirarse los soldados “extras” que habían sido enviados, esto contó para la relativa baja petrolera de los últimos meses. Hay elecciones en noviembre en el propio Estados Unidos. Entre otras cosas, está de por medio una política en relación con esa guerra. Lo que de ahí resulte, de la elección y de las medidas que adopte el nuevo gobierno, dependerá de manera notoria el precio del petróleo. A más guerra, a más soldados estadunidenses en el exterior y en guerra, más caro el petróleo, y viceversa.

Habrá que observar también otros elementos de la política económica que inciden en la cuestión petrolera. ¿Habrá nuevas medidas de reactivación económica? ¿Habrá un cambio en el trato fiscal a las compañías petroleras, tema muy discutido allá?

Asimismo, habrá que distinguir lo que se dice de lo que se hace. La candidata a la vicepresidencia por el Partido Republicano, gobernadora de Alaska, ha hecho su campaña con los trámites para que ya se inicie la construcción de un gasoducto de su estado hacia el sur. Pero medios de prensa de su país han señalado que, si bien ha sacudido un problema que llevaba décadas atorado, no se ha lanzado la primera palada de tierra, ni se ha instalado el primer metro de tubería, ni se tienen las aprobaciones federales, ni hay acuerdos precisos con las compañías petroleras, y que si todo sale bien, el gasoducto empezaría a funcionar dentro de unos 10 años.

Entonces, lo único seguro es que, por variar, las “previsiones” de los tecnócratas no tienen bases reales. Lo único que buscan es tener dinero para manipularlo libremente o para ofrecerlo a cambio de que se haga lo que ellos quieren.

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VACIO EN EL ESTADO







Rolando Cordera Campos
Vacío en el Estado

Seguramente atribulados por la penuria de espacio para desplegar su pensamiento, Manuel Bartlett, José Carreño Carlón y Francisco Suárez Dávila se las arreglaron el jueves 11 para lanzar su alerta y trazar un panorama ominoso para el país. “Crisis ignorada, Estado fracasado”, intitula Carreño su nota, mientras que Bartlett la llama “Estado fallido”. Suárez Dávila se pregunta: “México, ¿aprobatorio o deficiente?, pero en la duda no se abstiene: “El Estado efectivo resuelve problemas; en el fallido se amplifican” (El Universal, 11/09/09, A6, A17).

La persecución mediática contra el supuesto “golpismo” del PRD y Porfirio Muñoz Ledo debía encontrar en estas entregas de distinguidos políticos y ex funcionarios priístas el más riguroso y contundente mentís. Lo que Muñoz Ledo y sus compañeros del FAP inventen o postulen, no hace ni una tormenta tropical frente a los diagnósticos angustiados de Bartlett, Carreño y Suárez. Lo que sí coadyuva al viaje al despeñadero es la feria de infundios y acusaciones histéricas desplegadas contra el coordinador del FAP, quien con toda razón nos habla este viernes de una “yunqueinquisición” en su contra. Fallidas como puede llegar a ser el Estado en su conjunto, si llevamos a sus últimas consecuencias las elucubraciones Bartlett et., al., no por ello estas campañas son menos corrosivas del ambiente público creado a partir de la explosión de angustia y catarsis de los concilios y marchas por la seguridad y la paz de las últimas semanas.

Lo planteado arriba merece una discusión y una meditación prontas pero pausadas. Las advertencias son eso, pero una vez emitidas corren la suerte de todo mensaje y cada quien puede sacar las conclusiones del caso. Los que no deberían tener tregua son los partidos, los medios y los dignatarios de la empresa, cuyas consideraciones viven hoy y gozan de la opacidad más impune. Lo que debería seguir es una deliberación a fondo sobre el rumbo del Estado, para de ahí extraer lineamientos de política y acción inmediata que abrieran la puerta a una meditación comprometida con la reforma estatal, cuya médula sigue en el extravío del discurso y la acción del gobierno, pero en buena medida también de la oposición.

Si nos acercamos o no al fin de una época estatal, o si vivimos ya en una suerte de “no edad” y de “no Estado”, es difícil precisarlo. Lo que no admite demasiadas dudas, mucho menos a un Hamlet vernáculo, es la ineficacia progresiva en que ha incurrido el gobierno, presa además de unas obsesiones elementales que sus propios ejercicios demoscópicos, las encuestas pues, les retroalimentan. Ni en discurso ni en “acción ejecutiva”, para estar a la altura de la serie preferida de varios de los triunfadores, The West Wing, puede Calderón reclamar un reconocimiento que vaya más allá de un cansino beneficio de la duda que hoy le niegan algunos de sus más belicosos patrocinadores. Los entripados de la seguridad o los despropósitos de la vicepresidencia hacendaria deberían ser prueba eficiente para sostener esta profunda proposición: o el gobierno no da una, o nada le sale bien.

Confundir el presupuesto con un listado de malas y amenazantes ocurrencias; o convertir al Presidente en vocero cotidiano de sus propios “partes de guerra” sobre la gran batalla contra el mal, es un lujo que México no debía darse y que los diputados tal vez podrían enmendar si se liberan del yugo de sus gobers y se atreven a reclamar a sus colegas y desde luego al Ejecutivo, un mínimo de responsabilidad republicana. Los sacrificios a que ha convocado este viernes Calderón, y que apuntan nada menos que a la agricultura, la infraestructura y la educación superior, para dizque justificar los enormes aumentos a los gastos para la seguridad pública, no deberían admitirse y mucho menos justificarse en el chalaneo que viene en comisiones y el pleno de la Cámara, donde no pocos legisladores buscarán quedar bien con sus guías políticos y sus respectivos grupos de interés.

Dar el banderazo a una toma de conciencia política e institucional, centrada en el Congreso y al calor de las deliberaciones sobre el presupuesto y los impuestos, podría ser, tal vez, la última llamada para salir al paso de las proyecciones y profecías sobre el Estado de desastre, última fase del Estado vacío, de que nos han hablado los colegas de El Universal. Pero incluso para empezar, es obligatorio asumir, a pesar de los y nuestros pesares, que no vivimos ni podemos vivir los tiempos propicios de una política y una democracia “normales”. Que lo que nos queda, esperemos, son jornadas difíciles cuando no terribles de “política constitucional” para la que no parecemos estar listos ni bien dispuestos.

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