domingo, 7 de septiembre de 2008

Una política energética para México

Antonio Gershenson
gershen@servidor.unam.mx


Durante los últimos meses ha habido un intento de discusión, de elaboración de análisis y propuestas de solución para México, y pasos a dar en ese sentido. En varios casos esta elaboración se basa también en experiencias anteriores en nuestro país. Nos referimos a continuación a varios de los principales ejemplos, orientados a la solución de problemas nacionales y que podrían confluir en una política energética para México.

Política petrolera y gasera. Sólo con una industria plenamente nacionalizada, integrada y cada vez más autosuficiente, primero para Pemex y luego para el sector energético, se pueden recuperar la eficiencia y la economía de escala necesarias para un desarrollo sostenido. No de balde existe una tendencia internacional a la integración y a la fusión de compañías petroleras, y a una mayor participación estatal.

Recursos adicionales para la exploración. Se debe acabar con el esquema existente que da 90 por ciento de los recursos a sacar el petróleo y el gas sin asegurar reservas para el futuro. Se debe dar preferencia a zonas con crudo ligero y gran porcentaje de gas natural asociado, y a zonas que permiten un desarrollo más económico y eficiente.

Recursos adicionales para el desarrollo industrial. Se requiere desarrollo integral, por un lado, de refinerías, producción de refinados, y de petroquímicos primarios derivados de los refinados. Por otro lado, eliminación de la quema del gas natural, desarrollo de la exploración y producción de gas, procesamiento del mismo y su uso para la producción de petroquímicos derivados de este energético.

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Una esperanza por el amor de Dios

Rolando Cordera Campos

Al celebrar los cincuenta años de Wal- Mart, el Presidente rechazó que en México sólo exista lugar para la tragedia y consignó: “Por lo que vemos, oímos o leemos en algunos medios, también parece que de lo que se trata es de eliminar todo resquicio de esperanza para los mexicanos” (La Jornada, 05/09/08). En homenaje a la transparencia, Calderón dejó para la posteridad nombre y ubicación de los medios, pero no dejó de asegurarnos que “la fuerza de México no está en quien augura catástrofes sino en todas las personas que todos los días trabajan, se esfuerzan y son honestas” (Ibíd.).

La soga en la casa de “los colgados” (B Traven): “Corte deja a Wal-Mart sin su tienda de raya”, cabecea El Universal e informa: “La empresa Wal-Mart se convirtió en moderna tienda de raya… De acuerdo con la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la compañía trasnacional aplicó un sistema similar (al del porfiriato), pues sus trabajadores debían canjear sus vales de despensa únicamente en las tiendas de autoservicio de la cadena… Por esa razón, los ministros de la segunda sala declararon inconstitucional este acuerdo laboral y anularon el llamado plan de previsión social de Wal-Mart, lo que permitirá ahora a los empleados de esta empresa adquirir productos en las tiendas de su elección” (05/09/08, p. A12).

De lejos viene la tesis de que la nuestra es la tierra de la desigualdad, como describiese Humboldt a la Nueva España. De cerca, nos llega la constatación de que la moderna sociedad mexicana es casi totalmente “inelástica” a la inequidad, como lo postulara hace unos años Nora Lústig ante el Foro de Equidad Social del Banco Interamericano de Desarrollo. De hoy, nos viene la confirmación de que esta desigualdad se cuela por todos los poros del cuerpo nacional, deja sin educación básica a millones, relega al inempleo a cientos de miles de jóvenes que además no tienen acceso a la educación media superior y superior, y abandona a su suerte a “alrededor de 20 millones de personas (que) no tienen acceso a servicios médicos en el país” (La Jornada, p. 4
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La Constitución y la Ley del ISSSTE

Arnaldo Córdova


La protección jurídica y constitucional del trabajo asalariado es un evento civilizatorio de la modernidad capitalista en su época contemporánea. Es el reconocimiento de que el trabajo asalariado es una forma de explotación del ser humano y que el derecho y la Carta Magna debe reconocerlo. Con la globalización que trajo consigo la política de flexibilización de las relaciones de trabajo (explotar el tiempo de trabajo del empleado al máximo), los trabajadores vieron mermada la fuerza de su principal defensa: sus sindicatos, que se han convertido en cogestores de su explotación, junto con los patronos y el Estado.

Eso, sin contar que la seguridad social forma parte del universo de los derechos humanos llamados de segunda generación (económicos, sociales y culturales) que han sido consagrados en diversos tratados y convenios internacionales suscritos por el Estado mexicano.

Generalmente, todos los trabajadores han sido considerados siempre, independientemente de su ocupación, de su ingreso o del patrón al que sirven, iguales en derechos. Pero hay en el mundo países, como el nuestro, que discriminan a los trabajadores por el hecho de que unos sirven a un particular y otros al Estado y a sus órganos. Eso es una institución en nuestro país desde la época del gobierno de Cárdenas y, más todavía, cuando otros le siguieron. Siempre ha privado la arbitraria y estúpida concepción de que los trabajadores al servicio del Estado deben ser algo así como “funcionarios” del mismo. “Burócratas”, se les ha definido todo el tiempo. Y eso no ha cambiado.

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