martes, 13 de mayo de 2008

LA INICIATIVA ¿DICTADA FUERA?

LA INICIATIVA ¿DICTADA FUERA?

Víctor Flores Olea

Se ha dicho que es infame la iniciativa de Felipe Calderón sobre el petróleo por su contenido desnacionalizador y entreguista, y porque violenta disposiciones de la Constitución de la República, no por la vía declarada sino por la encubierta de modificar leyes reglamentarias.

También se ha dicho que la iniciativa privatizadora de Felipe Calderón obedece a instrucciones que provienen del exterior, concretamente del aparato financiero, industrial y militar de Estados Unidos, y de los “tanques de pensamiento” que proyectan el futuro de ese país para que prevalezca en el tiempo como gran potencia.

Para nosotros, es esencial el mantenimiento del petróleo como pilar de la soberanía nacional y como palanca del desarrollo. Por supuesto, Pemex necesita transformaciones que le permitan cumplir cabalmente sus funciones estratégico-nacionales, y que desechen de una vez por todas su función de “caja chica” del gobierno, con su cauda de corrupción y del desmantelamiento que ha sufrido Pemex, entregado al capricho de quienes lo saquean. Es necesario mantener a Pemex como parte inalienable de nuestro patrimonio pero además, afirmarlo como piedra angular de nuestra independencia y de nuestro desarrollo democrático-popular, como quería Lázaro Cárdenas en su decreto expropiatorio de 1938.

Es impresionante el material reciente publicado en Estados Unidos, en que se discute la cuestión estratégica de las reservas petroleras. Y la reiteración de que el petróleo en México, esencialmente en las aguas profundas del Golfo de México, resulta fundamental para que el Imperio conserve su status de gran potencia en el próximo medio siglo.

Una grave debilidad actual de la gran potencia es la de su dependencia de la importación de petróleo. Estados Unidos es el mayor consumidor de petróleo y también el mayor importador. Esta situación —nos dice el Council on Foreign Relations—, debilita enormemente la política exterior y la seguridad nacional de Estados Unidos. Este país tiene el 4.6% de la población mundial pero consume el 25% del petróleo en el mundo. Y todavía más: el 60% del petróleo que consume es importado.

Coinciden diversos documentos: Estados Unidos ha de disminuir severamente su dependencia del petróleo del Golfo Pérsico y debe prepararse para abrir nuevas áreas de exploración y producción de gas y petróleo, preferentemente en el Golfo de México, en Alaska y en sus costas este y oeste.

Resulta sorprendente la coincidencia de estos razonamientos con la iniciativa de Felipe Calderón para explorar y producir más petróleo, “aun cuando sea dentro de diez años”, en las aguas profundas del Golfo de México, naturalmente bajo el control de empresas privadas (vinculadas a la Casa Blanca). La iniciativa de Felipe Calderón parece calcada de los “planificadores” de la política estratégica de Estados Unidos para las siguientes dos o tres décadas. Por eso no resulta aventurado decir que actúa bajo las órdenes o disposiciones combinadas del gobierno de Estados Unidos y de sus grandes consorcios industriales y petroleros.

Un objetivo clave de seguridad de Estados Unidos es el de alentar a otros países a realizar inversiones petroleras, por sí mismos o por medio de empresas (estadounidenses de preferencia). En todo caso, Estados Unidos debe proponerse disminuir sus importaciones de crudos provenientes del Golfo Pérsico, por la fragilidad política de esa región y por la distancia. Los países exportadores de petróleo a Estados Unidos debieran encontrarse en zonas próximas, mucho más fáciles de controlar políticamente.

Es obvio que la producción y exportación de petróleo y gas natural requiere de continuas inversiones. Y en esa dirección encontramos ya multinacionales, como la Chevron Corporation, que han anunciado sus exploraciones con éxito en aguas profundas del Golfo de México, que significarían un excepcional hallazgo de nuevos depósitos petroleros. La Chevron, junto con la Devon Energy y la Statoil, anunciaron que tales descubrimientos pueden incrementar las reservas de gas y petróleo de Estados Unidos en un 50%. El área podría llegar a ser la más grande reserva de petróleo de Estados Unidos desde el descubrimiento del Alaska North Slope.

El senador por Massashusetts John Kerry, en su campaña para la presidencia de Estados Unidos por el partido demócrata en 2004, dijo que “su objetivo era lograr la independencia de Estados Unidos del petróleo del Medio Oriente, y que el ideal sería lograr recursos petroleros en el propio Estados Unidos o en zonas aledañas”.

Naturalmente, en un Imperio con meticulosa planificación no podía faltar el ingrediente de control militar que se ha revelado en México con el llamado “Plan Mérida. Sin faltar ese otro ingrediente recomendado por los estrategas estadounidenses: las campañas mediáticas masivas para ganar las conciencias y ablandar las oposiciones a sus proyectos de control.

Resulta extraordinaria la coincidencia de la iniciativa Calderón con los análisis de los estrategas de la política y la economía de Estados Unidos, tanto que parece una iniciativa dictada en el país del norte y simplemente acatada por el Jefe del Ejecutivo en funciones. Una ignominia y una vergüenza para el país que el pueblo de México debe rechazar, con indignación pero también proponiendo inteligentemente las mejores vías para su futuro.

DESTRUCCIÓN DE INSTITUCIONES

DESTRUCCIÓN DE INSTITUCIONES

Víctor Flores Olea


En este tiempo de destrucción de instituciones, no se ha olvidado a la Universidad Nacional Autónoma de México. La coincidencia de una estancia de estudiantes universitarios en un campamento guerrillero masacrado en territorio ecuatoriano por el ejército colombiano, ha sido pretexto para que, otra vez, se emprenda contra la UNAM llamándola “nido” de guerrilleros. Los argumentos vienen de quienes hace tiempo se empeñan en demoler la educación publica, y las instituciones republicanas y liberales de México.

Ya la Universidad habló hace días por voz de sus autoridades y, en rigor, la institución varias veces centenaria, que se defiende sola, no necesitaría de la mía para reafirmar los valores que encierra, ni su carácter insustituible en el cuerpo nacional. Sin embargo, ante la necedad inmoral del ejecutivo, que ha guardado ominoso silencio respecto a los ataques que ha sufrido la principal institución universitaria del país (y de investigación y difusión cultural), no sobra añadir una voz a la de quienes se han pronunciado y se pronunciarán en favor de la misma. ¿O el silencio del gobierno se debe a su coincidencia esencial con quienes han procurado desprestigiar a la Universidad en estas semanas? ¿O es de los altos círculos de gobierno que viene la iniciativa destructora? En todo caso el lamentable silencio suscita estas preguntas.

No, la UNAM no es un nido de guerrilleros sino más bien, ampliamente, un nido de inteligencia para el ejercicio de las libertades y la democracia. Desafortunadamente para los actuales gobernantes, confesionales y privados, no es fácil reconocer la importancia histórica de la Universidad Nacional y, en general, de las instituciones públicas y nacionales de educación superior. Para ellos es “natural” el repudio a todo lo que suene a público y nacional, y lo hacen desde el corazón mismo de las instituciones públicas y nacionales, desde lo alto del Estado mismo.

Eso sí, habría una razón justificada de su congoja por la UNAM, ya que continúa siendo el espacio más importante de la formación crítica, del pensamiento libre, en el país. Y entonces no es tan sencillo que pasen desapercibidos los actos de gobierno confesionales, contrarios a nuestra historia laica y negadores de la dignidad nacional y el buen manejo de los asuntos del Estado.
Por eso decimos que resultó lamentable la entrevista del actual Secretario de Gobernación, quien negó ante Joaquín López Dóriga haber incurrido en falta alguna al firmar contratos con PEMEX en representación de una empresa privada que hacía precisamente negocios con PEMEX, siendo él alto funcionario de la Secretaría que tiene asignada a su competencia, formal y funcionalmente, a la empresa petrolera.

La exhibición se hizo risible cuando el funcionario afirmó repetidamente que no había en su firma ni ilegalidad ni falta ética alguna. El funcionario resultó amnésico de los ilícitos en que incurrió, según la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos y el Código Penal: conflicto de intereses, tráfico de influencias, abuso de autoridad, uso indebido de funciones, coalición de servidores públicos. El fariseísmo de las “nobles” almas empresariales alcanza dimensiones insospechadas.

Eso sí, para el gobierno de Felipe Calderón y para su proyecto privatizador de PEMEX su Secretario de Gobernación se convirtió en un trasto inservible. Sigue pues a la orden del día la destrucción de las instituciones nacionales, en este caso a través de un personaje que, para decir lo menos, devalúa la función y la institución en que (“con tanto sacrificio”) dice prestar sus servicios.

El temperamento de Calderón, unilateral y sin amplitud de miras, lo ha conducido a una grave parálisis del ejecutivo que se traduce ya en desilusión o en franco rechazo a su función presidencial (más allá de la legitimidad democrática del origen). Medianía, chasco y hasta desprecio por un presidente que, se repite, entregará al final del sexenio cuentas más lamentables aún que las de Vicente Fox, lo cual es mucho decir.

Las instituciones nacionales parecen pues caerse a pedazos, en lo que pone el ejemplo el jefe del ejecutivo, y a lo cual cooperan sin inhibiciones el poder legislativo y el judicial. En el primero, la escandalosa penetración de los intereses que compran y venden voluntades legislativas, han aislado a las cámaras de sus bases populares. Hasta el punto en que nadie piensa hoy que del legislativo surgirá un cuerpo de decisiones realmente salvadoras del país, quiero decir, que signifiquen cabalmente pasos adelante en la vía de la igualdad, del beneficio de todos, de la vigencia del derecho, a pesar de los sermones diarios. Por lo que hace al poder judicial, el desaliento es también enorme, probado varias veces recientemente por increíbles decisiones torcidas o directamente compradas (con dinero o privilegios políticos).

Y, como si no fuera suficiente, la destrucción institucional llega hasta los partidos políticos, como lo muestra el espectáculo que ofrece el PRD en estos días. Habría mucho que decir sobre esta destrucción partidaria, y acerca de la real situación del PRI y del PAN, pero el hecho de que la organización que se sustenta como de izquierda viva ante la nación este sainete, nos habla elocuentemente de nuestra destrucción institucional. Tema, naturalmente, al que volveremos en próximas entregas.

FUERA DE FOCO

FUERA DE FOCO

Víctor Flores Olea

Resulta casi increíble que el mensaje de Felipe Calderón el martes por la noche se transmitiera por las televisoras “en cadena nacional” con ese grado de imperfección visual: de hecho con un “fuera de foco” que no es difícil asociar al contenido mismo de las iniciativas que, para decirlo sintéticamente, desvanecen de entrada el triunfalismo de las palabras de su autor.

Desvanecen el triunfalismo de las palabras pero no su carácter de máscaras que ocultan la verdadera intención de la reforma. En el mensaje, en tono ditirámbico, Calderón nos habla del fabuloso país que aparecería ante nuestros ojos si fuésemos lo suficientemente responsables como para aprobar su reforma tal cual: el desarrollo y la bonanza serían nuestra permanente actualidad: la “administración de la abundancia”, pero a lo grande. Si no fuera así seguiríamos hundidos en la miseria que nos define: castigo bien ganado por nuestra incapacidad y necedad …

Sí, el gobierno ha tenido que sudar la gota gorda para encontrar algunos atajos que le permitan, con eufemismos y claros atracos a la lógica, dar la vuelta a los mandatos constitucionales. Porque a pesar de la retórica, y de que se ha repetido ad nauseam que la reforma “no privatiza” a PEMEX, hilando más fino no es difícil encontrar que la real intención de la iniciativa es precisamente la de hacer posible la transferencia a las empresas privadas de la riqueza que arrojan los hidrocarburos.

A la corta o a la larga. ¿O de qué otra manera, o por qué otro interés, se convencería a las empresas nacionales y transnacionales de invertir en el petróleo mexicano, si se quiere, en “asociación” con Pemex? ¿Los simples contratos de “servicio” u “obra” resultan tan atractivos?

Para un gran número de mexicanos la actitud de Felipe Calderón, y su obsesión por la “reforma energética”, tienen un origen preciso: la insistencia, las presiones, inclusive las exigencias provenientes de Washington y sus asociados privados y multinacionales. En un momento en que parecen declinar las reservas mundiales de petróleo a Estados Unidos, para hacer creíble su status de gran potencia, le es necesario y urgente que se descubran (y exploten) yacimientos en el mediano plazo. Con mayor razón en el vecindario. De allí el empeño en la exploración de alta tecnología de las aguas profundas, que satisfacen dicha exigencia estratégica en el mediano plazo al mismo tiempo que en lo inmediato arrojarán ganancias importantes a las empresas exploradoras (no nacionales).

Y esa sospechosa obsesión a pesar de que los ingenieros petroleros mexicanos más calificados insisten en que un orden lógico de los trabajos debería comenzar por la exploración y explotación del petróleo en aguas someras, con alta probabilidad de éxito en gran parte de las costas del Golfo de México, y para lo cual contamos con la tecnología suficiente. Pero eso, que no interesa a nuestros “socios” del norte, ha quedado prácticamente al margen de la discusión.

Claro que la teoría del dócil subordinado está en el polo opuesto de las proclamaciones patrióticas y del beneficio del pueblo que llena los discursos de los funcionarios, pero para ellos tiene la ventaja de que no están obligados a lo imposible. ¿Insistirá hasta el final Calderón en una línea de reformas que sólo conviene al mundo de los privados, y a los intereses de fuera, y que no considera las efectivas líneas de un cambio de PEMEX en que la nación mexicana sea su primera beneficiaria? ¿Podrá resultar esta conclusión del debate que se abre? Por lo demás, es verdad que la iniciativa de Felipe Calderón ha resultado “desilusionante” para diversas agrupaciones empresariales, de México y el extranjero. Ellos querían un planteamiento que fuera a fondo y con descaro en la vía de la privatización, sin tapujos de ninguna especie. Es necesario decir que esto es ya un mayúsculo logro de quienes han militado contra la privatización.

La iniciativa del ejecutivo está ahora sometida a presiones de unos y otros. Los empresarios hablan de apenas un primer paso que debería ampliarse hasta su plena participación en el negocio de los hidrocarburos. Para los defensores del petróleo como riqueza nacional la actual iniciativa, en cambio, encierra múltiples peligros. En vista de la insistencia de los primeros y de los antecedentes en México de otras privatizaciones, la desconfianza de los últimos es razonable. El mundo de los negocios descarados y de la voracidad no tiene límites hoy, por eso tiene gran valor la lucha para preservar esta riqueza de la nación.

Otro hecho incuestionable es que PEMEX no puede seguir con la situación de los últimos años, definida por el despojo. Un cambio es necesario, pero no el de los privados como amos y señores, sino el de hacer efectiva la principal riqueza nacional como punto fuerte de la soberanía y como base de un nuevo modelo de desarrollo: por eso tiene gran valor un debate abierto en que se encuentren las mejores fórmulas para que esta riqueza se utilice plenamente en favor del desarrollo y el bienestar del pueblo. Si no seguiríamos fuera de foco.

DE LA INFAMIA A LA RAZÓN

DE LA INFAMIA A LA RAZÓN

Víctor Flores Olea

La carnicería continúa. Los últimos diez días han sido la vergüenza sobre todo de los medios de comunicación electrónica en México, del duopolio pero con Televisa a la cabeza por una nariz.
Porque no es suficiente con que una asociación casi anónima pague un spot repugnante para que el “medio” se precipite a transmitirlo. Sólo puede explicarse, en el fondo, por la afinidad de miras y conductas. Y cuando hay esa correspondencia de nada sirve gritar que se atropellan la moral y la inteligencia, y que se violentan las leyes. Todo esto, para ellos, es la normalidad, la normalidad de los golpistas preparando su noche de los cuchillos largos. Pero para la opinión pública general, más limpia que sus “informadores”, por unanimidad el spot de marras ha sido repudiado y calificado de infame, y hasta muchos piensan que la inmundicia se revierte a sus autores y que en realidad ellos son los clones de Huerta, Hitler, Mussolini, Pinochet…
Se ha dejado de informar para militar con los procedimientos más deleznables. De la información se ha pasado a la difamación como sistema. Cantaleta repetida, pero por ningún lado razón y reflexión. ¿Por qué los merolicos de la oligarquía no se han preguntado, inclusive para una buena crónica informativa, las razones de los integrantes del FAP para ocupar las mesas directivas de las Cámaras de Senadores y Diputados? ¿No valía la pena averigüarlo hasta por razones periodísticas?
Con la pesquisa más superficial se hubiera concluido que la maniobra pactada por el PAN-PRI consistía en aprobar la reforma energética de Calderón en el más acelerado de los fast track, con la rapidez de un asalto en despoblado o de un atraco fulminante en que se pretendía desvalijar a la nación de una de sus riquezas principales, sin que nos enteráramos bien a bien, como pasó con la llamada Ley Televisa, con la ley del ISSTE… Especialistas en engañar y hacer las cosas a espaldas del pueblo, los indignos autores de la iniciativa se han consagrado como muy dignos émulos de Santa Ana.
Jacobo Zabludovsky, ese experimentado lobo de mar de la comunicación, pero respetable y antípoda de los actuales cínicos de la “información”, opinó: “El presidente Calderón dijo que es ridícula la toma de tribunas. Pues sí, tal vez algunos creerán, como el señor Presidente, que fue ridícula; otros creerán que fue indebida, otros creerán que fue ilegal…, pero si no hubiera sido por eso ahorita ya estaría aprobada una ley sobre el petróleo que no hubiera sido discutida”. ¡Elemental, querido Jacobo!
Discutir la iniciativa en un debate abierto y suficiente, no a puerta cerrada. Durante el tiempo suficiente pero sobre todo con una difusión en que la ciudadanía pueda interiorizarse de los problemas y sus soluciones, y del real significado de una iniciativa como la presentada por Felipe Calderón. No olvidemos que los canales de televisión o las frecuencia para la transmisión radiofónica son concesionados y, aunque no sea la práctica, en un caso extraordinario como éste de la reforma energética el debate, para que sea en verdad nacional e informado, debiera transmitirse a través de esos canales y frecuencias, que hoy son manejados por intereses privados.
¿Pedirle peras al olmo? Probablemente, pero por una vez el gobierno de la República y el Congreso de la Unión debieran admitir que, por la importancia del tema, los momentos culminantes del debate, con participación de todas las partes, debieran ser difundidos a través de esos canales televisivos y de radiodifusión. Vaya que sería ocasión única de alcanzar cierta legitimidad y respetabilidad. ¿Será capaz de hacerlo Felipe Calderón? ¿O sus compromisos con los capitales de dentro y fuera son tan duros que pasará sobre la nación con tal de no tocarlos ni con el pétalo de una flor? ¿ Prefiere entonces atender a sus compromisos que atender una razonable exigencia de buena parte del país? ¿Seguirá los pasos de su antecesor del PRI Gustavo Días Ordaz que prefirió la sangre y el fuego antes de ceder un ápice a la demanda de diálogo público en 1968?
Quienes rechazamos la iniciativa petrolera de Calderón hemos dicho, con variedad de argumentos, que se trata de una privatización apenas disimulada, que auspiciará aún más la corrupción en PEMEX, que dejará en las manos de la autoridad, poder ejecutivo y dirección, las decisiones fundamentales de la empresa, sin ningún control por parte del Congreso. Todo esto quedará meridianamente claro en el debate que debe llegar a todos los hogares, y tales argumentos significan un tajante rechazo a la mentira que anida en la actual iniciativa.
¿Que resulta imprescindible un cambio en PEMEX y en su manejo? Sin duda, y esperamos todos que en el debate efectivo se expresen las condiciones de una reforma que en verdad fortalezca a PEMEX y lo convierta en real palanca del desarrollo para todos. La oposición debe presentar ya a la brevedad una contrapropuesta legal que sirva a México y a los mexicanos, que no es precisamente la de Felipe Calderón.

El PETRÓLEO Y LA SOBERANÍA NACIONAL

EL PETRÓLEO Y LA SOBERANÍA DE LA NACIÓN

Víctor Flores Olea


La soberanía de un país se identifica con su independencia. Es decir, un país soberano no puede estar sometido a voluntades ajenas ni a poderes externos. Pero además de la soberanía como independencia, en los regímenes realmente democráticos es el pueblo el que tiene la última palabra, es el pueblo quien tiene en sus manos las decisiones soberanas verdaderamente importantes sobre su propio destino, sobre su futuro.
Claro está que la riqueza nacional —en el caso de México de manera muy importante los hidrocarburos, y entre estos el petróleo— contribuye poderosamente a defender y a afirmar la soberanía del país. Algunos escritores ilustres han sostenido inclusive, refiriéndose a nuestro petróleo, que sin esa riqueza no hay país.
Por tales razones Lázaro Cárdenas procedió en 1938 a la nacionalización del petróleo, porque antes esa riqueza estaba en manos extranjeras que se oponían a las instituciones y a las autoridades mexicanas. Y además las combatían y las negaban. Lázaro Cárdenas pensó además correctamente que el petróleo en nuestras manos debía servir al desarrollo de México, sobre todo en beneficio de los mexicanos más necesitados.
Hay ya una historia del petróleo de setenta años desde su nacionalización por el Presidente Cárdenas. En algunos tiempos ha sido utilizado limpiamente, en efecto, para el mayor beneficio de México y los mexicanos, pero en otros, como todos sabemos, ha sido fuente de una tremenda corrupción y del enriquecimiento ilegítimo de las camarillas que lo han manejado.
Ahora, en uno de los actos de cinismo más graves y descarados de que se tenga memoria en México, el presidente espurio Felipe Calderón ha enviado a las cámaras una ley para privatizar el petróleo, en los hechos anulando la nacionalización que efectuó en 1938 el Presidente Cárdenas.
Naturalmente, con un descaro sin límites, los privatizadores del PAN y del PRI, encabezados por Felipe Calderón, tratan de disimular y ocultar sus reales intenciones, que son las de poner a subasta entre inversionistas del país y del extranjero los hidrocarburos y el petróleo mexicano, los bienes y responsabilidades de PEMEX: no se han atrevido ahora a plantear una modificación directa de la Constitución General de la República, sino apenas de leyes secundarias y reglamentarias, pero precisamente a través de ese camino disimulado pretenden de hecho modificar la Constitución que asegura para los mexicanos la propiedad y el aprovechamiento de los hidrocarburos y de todas las riquezas de nuestro subsuelo, que pone a su alcance los medios necesarios para un desarrollo que los favorezca, que sea en beneficio de la nación entera.
Lo que ahora propone Felipe Calderón, entre otras negaciones a la soberanía e inclusive traiciones a la Patria, es la de entregar a los inversionistas privados, es decir, a quienes solo interesan los negocios y el enriquecimiento sin medida, la exploración, la perforación, la refinación, la petroquímica, los ductos para transportar el petróleo y los hidrocarburos, etc. Además, pretenden que tal entrega y concesiones lo hagan directamente los altos funcionarios del gobierno espurio, como Calderón y otros de su grupo, sin ninguna vigilancia por ejemplo por parte de los órganos legislativos.
Se trata pues de un muy grave despojo a la nación y de un atentado inadmisible a la soberanía de México. Si la riqueza de los hidrocarburos, especialmente del petróleo, pasara a manos privadas, como pretende Felipe Calderón, se estaría limitando seriamente la soberanía nacional, ya que precisamente los inversionistas privados, nacionales y extranjeros, estarían en condiciones de tomar las decisiones que son realmente relevantes para el futuro de los mexicanos. Sería un despojo y una venta de nuestra soberanía, una limitación peligrosísima a la existencia misma de México como nación soberana.
Es muy grave lo que aquí se dice porque ya pasamos hace 70 años por una situación similar, cuando Lázaro Cárdenas se vio obligado a rescatar la soberanía nacional que negaban y violentaban las empresas privadas que entonces tenían en sus manos el petróleo. No lo permitamos ahora. Opongámonos activamente a esta iniciativa del “espurio”, a este atraco a la nación y a esta violación de la soberanía de México que está planeando su camarilla en alianza con el PRI.
La soberanía de la nación no se vende ni se limita. La riqueza petrolera en manos de los privados nos negaría como nación e impediría nuestro desarrollo en beneficio de todos los mexicanos. La actual iniciativa de Calderón sería para México una gravísima pérdida de soberanía.
Por lo demás, debemos recordar que la soberanía democrática, en última instancia, radica en el pueblo y pertenece al pueblo. Las decisiones fundamentales sobre el destino del país han de ser tomadas por el pueblo, en uso de su soberanía. Cualquier engaño o limitación a este principio fundamental de la soberanía democrática constituye sin duda una alta traición a México.

Sobre los principios que deben regir la reforma energética en México

Ante el inicio de los foros de debate sobre la reforma energética en el Senado de la República, que hemos reconocido como un triunfo de la civilidad, deseamos referirnos al primer tema establecido.

Al convocar a un debate sobre la reforma energética y los principios que deben regirla se reconoce que dicha reforma no puede limitarse sólo a la industria petrolera, sino aludir a otros componentes del sector energético: a la necesaria diversificación de las fuentes primarias de energía, a la situación internacional del petróleo y, desde luego, a las consecuencias ambientales. Ignorar estos factores conducirá a orientaciones de política erradas.

Para la industria petrolera, los mexicanos conocemos bien los principios que deben regir su reforma. El primero es, sin duda, el de preservar la exclusividad del Estado sobre la propiedad, el dominio y la gestión de la industria en exploración, explotación, refinación y petroquímica básica. Sólo esa exclusividad –establecida en la Constitución– permite que la renta petrolera sea utilizada como impulso central del desarrollo económico y social del país.

Un segundo principio, de similar jerarquía, es el de orientar la reforma de la industria petrolera a garantizar el abasto de la demanda nacional. Este suministro debe ser oportuno, suficiente y de calidad, con precios al alcance de los consumidores. Es preciso también racionalizar la demanda, eliminando el desperdicio y fomentando la eficiencia y el ahorro, con consecuencias ambientales positivas. Al mismo tiempo, debe corregirse el sesgo exportador abusivo que se ha impuesto a la industria en décadas pasadas.

En tercer lugar debe darse alta prioridad a recuperar y seguir ampliando la capacidad tecnológica de la industria petrolera, fomentando las actividades de investigación y desarrollo por medio de trabajos conjuntos de las entidades nacionales de investigación coordinadas, en esta materia, por el Instituto Mexicano del Petróleo.

Atentamente.

Marco Antonio Campos, Rolando Cordera, Arnaldo Córdova, Laura Esquivel, Bolívar Echeverría, Víctor Flores Olea, Luis Javier Garrido, Héctor Díaz Polanco, Antonio Gershenson, Enrique González Pedrero, Hugo Gutiérrez Vega, David Ibarra, Guadalupe Loaeza, Lorenzo Meyer, Roberto Morales, Carlos Monsiváis, Jorge Eduardo Navarrete, Carlos Payán, Carlos Pellicer, José María Pérez Gay, Sergio Pitol, Elena Poniatowska, Ida Rodríguez Prampolini, Enrique Semo, Héctor Vasconcelos y Javier Wimer