domingo, 10 de agosto de 2008

NOTAS DE LA SEMANA , CARLOS MOSIVAIS









Notas de la semana
POR CARLOS MONSIVÁIS
10 de agosto de 2008

Antes de que el destino te noquee

En el siglo XIX, y por eso es anterior a todo a todo lo de hoy, no había libros de escándalo, ni siquiera esfuerzos porque no se notara que la vida era casi virginal.

Ni siquiera Antonio López de Santa Anna, Quince Uñas, consiguió ser objeto en su tiempo de un libro donde sus hazañas sexuales durante la Guerra de Intervención estadounidense se pusieran en relieve. Imagínense: De cómo perdió Santa Anna su otra pierna, y no fue en la batalla (Editorial Mentiras Yacentes, 1850). Una pregunta: ¿perdimos o ganamos con esa pudibundez?

Ahora sí se vigoriza el diálogo entre la historia y la literatura, que en fechas recientes fructifica en obras maestras, por ejemplo: Viuda de eternidades. La vida de Sara P. De Madero, legítima esposa de don Francisco, el mártir de la democracia asesinado proditoriamente por el vil y envilecido Victoriano Huerta (Editorial No Reelección, México, 1924), biografía que fracasó en ventas debido al título extenso y desafiante, y a no encontrarse en la existencia de doña Sara fallas o contradicciones o rumores perniciosos. Fue una santa laica, y eso es veneno para las ventas. Algo parecido sucedió con otras viudas, que la verdad nunca dieron de qué hablar, al grado de que algunos de sus maridos, presidentes de la República, ni siquiera se acordaban de su existencia.

Otros biografiados y otras biografiadas sí cumplen las expectativas del género especializado en los escalofríos de placer en los corredores de palacio o en cualquier recámara sin cámaras ocultas de video. Por ejemplo, Trampa de muerte, de subtítulo comprometedor: Diosa Luz, la bailarina caribeña con la que Carranza tenía una cita ese nefasto día en Tlaxcalaltongo (Ediciones Cuatro Ciénegas, 1916), o un clásico, El harem secreto cuyo domicilio nunca pudo encontrar don Adolfo Ruiz Cortines, o un libro que tantos abominan: Placer sin remitente. Cuerpo y desahogo de los candidatos priístas que no la hicieron (Editorial Tristeza diurna, dolor nocturno, México, 1911-2000). Notarán que no doy los nombres de los autores, porque éste es un artículo, no una delación.

* * *

En los tiempos que aún están trascurriendo, ha cobrado prestancia el género de “las revelaciones escandalosas de hechos más bien inocuos”. La razón de ser es obvia: si no hay escándalo de cualquier índole, no se confía en el político o la política (la mujer que a eso se dedica).

De hecho, casi todos los políticos patrocinan en la oscuridad de las imprentas algún libelo que los presente bajo una luz levemente desfavorable (que es mejor que la oscuridad absoluta). A diario se presentan libros con biografías apócrifas escritas por los propios biografiados, y con el anuncio de revelaciones escandalosas que nunca suceden (ya hay varias denuncias en la Procuraduría del Consumidor contra ediciones que en la portada prometen: “¡Entérese de la verdad terrible sobre Fulano!”, y sobre Fulano la verdad terrible es su perfecta grisura, y el hecho de que cuando fue monaguillo todavía creía en Dios, lo que aún sigue haciendo, aunque ya no es monaguillo desde que cumplió los 50 años, fecha en que lo despidió el párroco alegando anacronismos).

Un subgénero muy al día imagina lo que podría ser el país si Fulano o Mengana ganan la Presidencia. Este ejercicio de política-ficción resulta un tanto cansado, porque nada más transporta seis o 10 años los chismes y las especulaciones del choteo.

Lo más frecuente es el escenario apocalíptico. El país está en la ruina, más o menos como ahora, pero sin tanta promesa de dejarlo muy bonito para el fin de semana. El político protagonista, en el primer capítulo, está tirado en un callejón y a punto de morir de una balacera. Evoca su vida, el sacrificio que ha hecho por México y cómo se le paga ahora con el atentado. Ya a punto de morir, aparece un ángel que le dice: “¿Morir tú, que has construido tu patria?”. Se dispone a salvarlo y en ese momento el político se recupera por la pura voluntad, gana el poder y nombra al ángel su director de Comunicación. Ni modo, esa es la vida editorial.
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LOS MAYORES CONSENSOS SOBRE PEMEX






Antonio Gershenson
gershen@servidor.unam.mx
Los mayores consensos sobre Pemex

La primera etapa de la consulta –que se llevó a cabo hace dos domingos en el DF y en 10 estados– mostró consenso en torno al No a la iniciativa gubernamental en materia de petróleo. Hoy será la segunda, principalmente en estados del sur y el sureste. Pero ya antes, durante el foro llevado a cabo en el Senado, hubo puntos en los que hubo un nivel mayor de consenso que en otros en cuanto a lo que sí hay que hacer. En algunos casos, ni siquiera los senadores del PAN presentes impugnaron a los ponentes que plantearon y defendieron dichos puntos.

No está de más recordarlos ahora que se perfila un nuevo debate, esta vez en torno a la Cámara de Senadores, que tiene en sus manos ya dos iniciativas, y muy probablemente tenga una tercera en lo que queda del mes. Los puntos con más consenso, hasta donde yo los puedo captar, son:

Integración de Pemex en un solo organismo. La división ha causado muchos problemas. Lo más absurdo es que entre sí, los “pedazos” se tienen que vender y comprar sus productos a los llamados precios del mercado, que son los de Estados Unidos, mucho más caros que los costos reales de aquí. Además, en vez de que funcionen de manera integrada, tienen problemas entre sí. Y tienen aparatos burocráticos no duplicados, sino cuadruplicados, por ser cuatro “subsidiarias”.

Fuera la Secretaría de Hacienda de Pemex. Esta secretaría autoriza y desautoriza proyectos y obras y, en general, tiene un papel decisivo en el funcionamiento interno de la paraestatal. Ya no digamos que la deja sin dinero. “Es la que nos da y nos quita los centavos”, diría un funcionario de Pemex hace ya años. Esta demanda va de la mano con la necesidad de recursos suficientes para Pemex.

Autosuficiencia en gasolina, diesel y otros refinados. Esto incluye, por un lado, nuevas refinerías de Pemex, no de trasnacionales. Por otro, unidades para remover el exceso de azufre, siendo éste además un pretexto para no propiciar el uso de coches con motor diesel. Y contener el derroche de combustibles, en especial de gasolina, con vehículos más eficientes –empezando por los híbridos, que consumen hasta la mitad de gasolina que los convencionales–, así como medidas de racionalización del tránsito en las ciudades y en las carreteras.

Retorno de más funciones a Pemex en la petroquímica. Incluso empresarios consideran que los pasados intentos privatizadores, seguidos de plantas cerradas y líneas de producción descontinuadas, fueron un fracaso. Lo que se ha logrado es un aumento descomunal en las importaciones de petroquímicos, a precios altos. En especial, han causado daño los aumentos al precio de los fertilizantes.

Alto a la corrupción. No es un problema exclusivo de Pemex, pero donde hay más dinero la corrupción es también más cara para el país. Una de las formas que más daño ha causado es el contratismo, lleno de vicios y favoritismos.

Las dos iniciativas ya existentes en el Senado, enviadas y presentadas una por Calderón y otra por Beltrones, no atacan estos problemas, en algunos casos los agravan, como es el de la propuesta de pulverizar Pemex en muchos organismos, que serían regidos por decreto presidencial, no por las leyes aprobadas por el Consejo de la Unión. Otro, la manía privatizadora, sea con el disfraz de la maquila con refinerías privadas o con las llamadas desincorporaciones, eufemismo por privatizaciones.

De ahí que sea muy importante la próxima presentación de la tercera iniciativa. Ésta debería contener los puntos mencionados y otros más. En las próximas semanas veremos el desenlace de la confrontación, no simplemente de estas iniciativas, sino de qué medidas truculentas se usen para querer imponer un conjunto de iniciativas inaceptables, y de qué formas de acción y movilización se vayan a usar para confrontar esas medidas.

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LOS DERECHOS DE LA NACION SOBRE EL SUBSUELO Y EL SUELO





Arnaldo Córdova
Los derechos de la nación sobre el subsuelo y el suelo

Hay un concepto legal en el que se funda el esquilme que Hacienda hace del petróleo. Se dice con un plural: derechos, pero ni en la legislación vigente ni en las iniciativas de reformas que se han presentado se define mayormente ni, mucho menos, se justifica constitucional y jurídicamente. Hay que recurrir a la memoria histórica para aclarar qué son esos derechos que Pemex debe pagar al fisco. Como hoy en día casi nadie tiene presente la Constitución ni los debates constitucionales que se dieron en el pasado, ni por parte del gobierno ni de los legisladores, se debe empezar por este punto.

Esos derechos antes se mencionaban y hasta llegaron a definirse. Hoy ya nadie los recuerda. Se reducen a dos: el derecho que se paga por la explotación de los recursos del subsuelo (que es propiedad de la nación) y el derecho por el uso del suelo (que, originariamente, es también propiedad de la nación). Cuando en alguno de los debates de aquella época se insistió en cuestionar cuál sería la entidad de ambos conceptos, un jurista que luego se convirtió en economista, dijo, palabras más palabras menos: si se trata de valor, eso lo dirá el mercado. ¡Tan fácil que es entender cuando se habla claro!

Hoy nadie sabe cuáles son esos derechos y la confusión reina en los debates y en la legislación. ¿Por qué Pemex debe pagar esos derechos? Porque está explotando una propiedad ad aeternum de la nación (el subsuelo) y haciendo uso de la superficie territorial (originariamente propiedad de la nación, según reza el artículo 27 constitucional). Cuando la Ley Federal de Derechos establece que Pemex debe pagar esos derechos no los define ni dice cuáles son. Los economistas los definen como “excedente”, lo que me parece muy inexacto e inadecuado.Leer mas
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Arnaldo Córdova
Los derechos de la nación sobre el subsuelo y el suelo

Hay un concepto legal en el que se funda el esquilme que Hacienda hace del petróleo. Se dice con un plural: derechos, pero ni en la legislación vigente ni en las iniciativas de reformas que se han presentado se define mayormente ni, mucho menos, se justifica constitucional y jurídicamente. Hay que recurrir a la memoria histórica para aclarar qué son esos derechos que Pemex debe pagar al fisco. Como hoy en día casi nadie tiene presente la Constitución ni los debates constitucionales que se dieron en el pasado, ni por parte del gobierno ni de los legisladores, se debe empezar por este punto.

Esos derechos antes se mencionaban y hasta llegaron a definirse. Hoy ya nadie los recuerda. Se reducen a dos: el derecho que se paga por la explotación de los recursos del subsuelo (que es propiedad de la nación) y el derecho por el uso del suelo (que, originariamente, es también propiedad de la nación). Cuando en alguno de los debates de aquella época se insistió en cuestionar cuál sería la entidad de ambos conceptos, un jurista que luego se convirtió en economista, dijo, palabras más palabras menos: si se trata de valor, eso lo dirá el mercado. ¡Tan fácil que es entender cuando se habla claro!

Hoy nadie sabe cuáles son esos derechos y la confusión reina en los debates y en la legislación. ¿Por qué Pemex debe pagar esos derechos? Porque está explotando una propiedad ad aeternum de la nación (el subsuelo) y haciendo uso de la superficie territorial (originariamente propiedad de la nación, según reza el artículo 27 constitucional). Cuando la Ley Federal de Derechos establece que Pemex debe pagar esos derechos no los define ni dice cuáles son. Los economistas los definen como “excedente”, lo que me parece muy inexacto e inadecuado.Leer mas
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