miércoles, 30 de abril de 2008

De Aguilar Camín a Arnaldo Córdova

Tomo nota de las precisiones de Arnaldo Córdova sobre el significado jurídico de “privatizar” (La Jornada, 27/4/08). No puedo honrar su invitación a una discusión jurídica, pues carezco de calificaciones para ello.

Lo que puedo decir es que, en mi opinión, el centro de un debate fértil sobre Pemex y el petróleo no es privatizar o no. Entre otras cosas porque “privatizar” no es una palabra simple, como queda de manifiesto en el análisis del propio Arnaldo. Polariza el debate en bandos inconciliables. Esta palabra ambigua crea polos adversarios. Cada quien entiende con esa palabra lo que quiere entender.

Por mi parte, no entiendo muy bien lo que se dice con “no privatizar” cuando se habla de Pemex, una empresa cruzada de arriba abajo por contratistas y proveedores privados. (Por cierto: ¿los contratos del sindicato con la empresa, son públicos o privados?) En aras de la congruencia habría que hablar de “renacionalizar”, “rexpropiar” o “desprivatizar” Pemex.

¿Pero hay que desprivatizar Pemex? ¿Los contratistas y proveedores de Pemex son indeseables por el hecho de ser privados? ¿Hay que erradicarlos por ser privados? Mi opinión es que no. Si eso fuera posible, sería absurdo. Hay que erradicar a los contratistas hijos de la corrupción y de la opacidad, por ser caros y malos, y por colaborar no a la eficiencia sino a la ineficiencia de Pemex.

La pregunta clave para mí no es si debe haber o no contratos y proveedores privados en Pemex, sino dónde y cómo. La respuesta obvia es donde convenga para que Pemex sea la empresa eficiente que no es.

¿Cómo garantizar que “lo que convenga” no termine en la opacidad, la corrupción y la ineficiencia que caracterizan hoy a Pemex? Haciendo transparente a la empresa, con todos los mecanismos a la mano: un consejo de administración independiente, rendición de cuentas al Congreso, publicación en Internet de las operaciones de la empresa, el destino de los excedentes petroleros, etcétera.

La opacidad, la corrupción y la ineficiencia son los verdaderos enemigos de Pemex, no los contratos privados. Por eso, lo primero que hay que garantizar es que Pemex sea una empresa transparente, verdaderamente pública.

Éste es el tema central, en mi opinión. Ni el diagnóstico gubernamental ni su iniciativa de ley lo abordan con claridad. Ojalá el debate pueda llevarlo al centro del ruedo y, en su momento, al centro de la nueva ley.

Para Arnaldo, mi respeto y mi cariño.

Héctor Aguilar Camín