domingo, 19 de octubre de 2008

Contra la crisis en el mundo… y aquí

Antonio Gershenson
gershen@servidor.unam.mx


El domingo pasado llegamos a las reuniones internacionales de ese fin de semana y posibles consecuencias; en el plano nacional, a la nueva refinería de Pemex y otras medidas oficiales, pero contrarias a la hasta entonces política oficial anunciada.

Las medidas adoptadas a raíz de dichas reuniones, algunas de las cuales ya estaban en práctica total o parcialmente en varios países, incluyeron: garantías para los préstamos interbancarios y préstamos a los bancos en grandes cantidades; el dinero que se aporta en apoyo de un banco se canjea por acciones del banco, de las cuales por lo menos una parte son títulos con derecho a voto y a la parte proporcional de la propiedad del banco. Esto implicó que, por lo pronto, dos de los mayores bancos ingleses quedaron controlados por el gobierno, además de los hechos informados en artículos anteriores. En el caso europeo y en otros, hubo otras medidas, como poner un techo al ingreso de los directivos de los bancos. Se usa el término recapitalización para abarcar varias de estas medidas. Se sigue hablando en reuniones de mandatarios sobre la necesidad de una reunión mundial para las nuevas reglas. Francia, Inglaterra, España e Italia anunciaron programas de rescate que incluían compra de acciones de los bancos afectados por el Estado.

En Estados Unidos las medidas adoptadas fueron similares. Se prefiere el término recapitalización. No en todos los casos se dice claramente, pero va trascendiendo que el gobierno se quedará con parte de las acciones de los bancos. Se ha dicho que esas medidas estaban ya en una ley: cuando se “rebotó” en la cámara de diputados (o representantes, que es el término usado allá) la solicitud del gobierno de grandes cantidades de dinero para el “rescate” de los bancos que lo requirieran, se habló de “cambios menores” que permitieran que esto, ya en forma de ley, fuera aprobado en un segundo intento por esa misma cámara, y lo fue. Pero parece ser que la razón para que decenas de diputados cambiaran su voto no fueron “cambios menores” sino reglas que ahora se empiezan a aplicar, incluyendo que el gobierno adquiera acciones de los bancos “rescatados”. En Estados Unidos, como lo hace notar un diario de ese país, se evita la palabra “nacionalización”, aunque las medidas sean las mismas que en Europa, donde no hay ningún temor a usarla.

Todas estas medidas, sin embargo, no fueron suficientes para estabilizar la situación, por lo menos en lo inmediato. Después de una fuerte recuperación inicial en las bolsas, hubo nuevas caídas, algunos ascensos, pero no estabilidad.

Al mismo tiempo que avanzaba este proceso, los dirigentes de la mayoría demócrata en la cámara de diputados discutieron, con economistas de primer orden, la forma de desarrollar una nueva propuesta para impulsar la economía mediante un mayor gasto en obras públicas, en los sistemas de salud para los estados, en el aumento en los pagos por desempleo y más ayuda para alimentos, entre otros elementos. Pero la intención no es convocar al Congreso a un periodo extraordinario, pasadas las elecciones, para considerar este plan. ¿Para qué arriesgarse a un veto del actual gobierno? No, sobre la base de esta nueva propuesta se convocará a audiencias o foros para escuchar ideas y tratar de alcanzar un consenso. Algunos señalaban que en el muy probable caso de que Obama ganara las elecciones, al llegar al poder en enero se encontraría con el trabajo ya avanzado, sumaría sus ideas y podría lanzar un “segundo programa de recuperación económica”.

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¿Quién defiende a los líderes obreros?

Carlos Monsiváis
Notas de la semana
19 de octubre de 2008

A la memoria de Fidel Velázquez (la que quede)

En la peor crisis de la que aún no existen los recuerdos, está a punto de la invisibilidad perfecta el liderazgo obrero, una de cuyas últimas salidas al exterior fue el apoyo al gobierno de Felipe Calderón quien, por cierto, correspondió elogiando el patriotismo y la certera dirección de sus agremiados de dos próceres mal comprendidos por el pasado, el presente y el porvenir:

El líder petrolero, digo, es un decir, Carlos Romero Deschamps, y el gran exterminador de especies en África, Joaquín Gamboa Pascoe, líder supremo de la CTM, y bien merecido que se lo tiene. En estos días, el liderazgo obrero, de algún modo hay que nombrarlo, no ha dicho una palabra, no intenta movilizaciones, quiere pasar desapercibido, no regala Hummers y ni siquiera se acuerda del fantasma del salario mínimo. Desaparecido el presidencialismo, la CTM no tiene a quién dirigir sus plegarias.

* * *

Las instituciones, si han durado lo suficiente, sobreviven algunas temporadas a su muerte y por ello mismo aún son capaces de victorias postreras. Y la tardanza del obituario oficial podría evitar el despliegue de lo póstumo, algo que no está en las intenciones de estos líderes cetemistas, que prefieren la soledad de las alcobas de la agonía.

Y las instituciones fallecidas, que abundan, al no corresponder a ninguna de las formas de lo actual, se atienen por entero a rituales ininteligibles y ahora inaudibles; nada más dejan ver su aletargamiento en las conmemoraciones. Un gran ejemplo, la Confederación de Trabajadores de México (CTM), instrumento de control férreo que es hoy un manejo de inercias nebulosas.

De 1936 a la década de 1980, la CTM parece invicta. Cierto, la arrinconan los empresarios y desde la década de 1960 es más bien un tigre de papel especializado en amenazas y ultimátums, pero el apoyo gubernamental le suprime a sus adversarios (la cárcel para los líderes del sindicato ferrocarrilero en 1959 y 1960; el aplastamiento de la Tendencia Democrática del SUTERM en 1972; la represión continua del sindicalismo independiente).

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Sube y baja, ¿hasta el fondo?

Rolando Cordera Campos


El Presidente inaugura en carrito un campo de golf en Morelia y luego va a un local de Diconsa en Sindurio para encabezar el día mundial de la alimentación. No se trata esta vez de “la conciliación de los contrarios” de que presumía el presidente López Portillo, sino de una muestra más de que no es el cálculo ni la prudencia política lo que da la pauta de la acción presidencial. Puede ser la presión de las cosas del mundo o la flagrante insensibilidad del equipo cerrado de Los Pinos, pero el mensaje se impone lineal, inequívoco: entre la evidencia de que el hambre avanza y la confianza de los inversionistas fans de Lorena Ochoa, sólo tiene lugar la procacidad del secretario de Agricultura que acerca a Calderón al humor de sacristía, por si lo hubiere olvidado al calor de los viajes, sus majestades, los regaños de la cúpula, los traspiés de su vicepresidente, “ese ex priísta”.

El Presidente no “vino por hambre porque ya la traía”, nos reportan las crónicas, y termina por echarse unos tacos con el gobernador Godoy. Pero las cifras de la FAO son implacables y advierten al mundo y a México no de lo que viene sino de lo que ya llegó: empobrecimiento de muchos por las alzas en los precios de los alimentos que bien pueden habernos dejado, antes de la crisis actual, con más de dos millones de pobres “alimentarios” más. Las transferencias monetarias adquieren aquí su trágica dimensión: son indispensables para alimentar y apoyar el cuidado de la salud y la asistencia a la escuela de los niños más pobres, pero son insuficientes para subsanar la falta de empleo que ahora se aúna al desempleo abierto y al más que probable éxodo de miles o cientos de miles de paisanos que cruzan el desierto en sentido contrario.

Nada falta a este cuadro goyesco. Un secretario de Hacienda deturpado por sus padrinos; otro, el de Economía, en el tobogán del dislate; otro más, el del Trabajo, reprobado por sus asesores económicos por confundir pleno empleo con sobrepoblación resultado del regreso americano, que no puede sino dar más y no menos desempleo. En fin, un Mouriño imbuido de no se sabe qué enjundia ibérica que declara la futilidad de la movilización social para desazón de los priístas que se baten en el foro energético pero, al parecer, para solaz del diputado Gamboa que festina la soledad final de López Obrador. Más allá, una cúpula que de repente descubre que no estaba cada día más cerca de cielo sino de la capa de esmog, con un oligopolio mediático al borde de un ataque de histeria: no en balde hubo de importarse al presidente de El Salvador, hijo y nieto de Dabuisones, para reforzar la “defensa” de una libertad de expresión que en sus términos esclarecedores no puede ser sino la de la libertad de empresa.

Lo que sube baja pero vuelve a subir, dicen la Biblia y la conseja financiera. El chiste es sobrevivir la caída hasta tocar fondo, porque de ahí en adelante viene el tiempo de las vacas gordas. Así será esta vez, probablemente, porque así se ha comportado el capitalismo a lo largo de su (no tan larga) historia. La otra cara de este relato está en los perdedores, así como en la capacidad y el valor de las sociedades y sus estados para aliviar a los desvalidos, modular el cambio y sus dislocaciones y, en efecto, prepararse para de nuevo saltar o tratar de hacerlo, sorteando las trampas mentales y los círculos viciosos que también forman parte de esta historia.

En la anterior jugarreta trágica y cruel del mundo, la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado, los mexicanos se las arreglaron para sobrevivir y saltar y así tuvimos el México moderno cuya crisis ahora vivimos. Al contrario de aquella experiencia que Cárdenas hizo gesta nacional y popular, la de hoy arranca con el fin de un régimen cuyos responsos son cantados por los herederos del más viejo de los órdenes, el del privilegio por designio divino o derecho de sangre, así sea ésta inventada o adquirida en el banco más cercano.

Aquellos días de violencia y turbulencia fueron gobernados por la voluntad plebeya de cambiar y marchar hacia delante. Los de hoy sólo atestiguan pereza intelectual, arrogancia parroquial, majadería oligárquica. Lo que baja puede seguir haciéndolo, sin tocar nunca el fondo.

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