domingo, 7 de diciembre de 2008

LA REFORMA DEL ESTADO. EL CONTROL DEL EJECUTIVO




Arnaldo Córdova
La reforma del Estado. El control del Ejecutivo

A Othón Salazar, maestro y compañero de nuestras luchas

Salta a la vista que el departamento del Estado que más urge reformar en cuanto a su régimen constitucional y en cuanto a su funcionamiento orgánico y político, es el Poder Ejecutivo (la expresión “departamento” para referirme a un poder del Estado la tomé de Rabasa). El Ejecutivo es el poder encargado de gobernar a la sociedad en todos los órdenes de la vida pública, aplicando (ejecutando) las leyes que emanan del Legislativo para ese propósito. Como decía Rabasa, es el poder de verdad entre los que integran el Estado.

Su titular, según el artículo 80 de la Carta Magna, es un solo individuo que se denomina “Presidente de los Estados Unidos de México”. Sólo en los primeros tiempos del México independiente (y ya antes, en la Constitución de Apatzingán) se postuló una presidencia colegiada. Los tiempos y las experiencias de la vida política moderna han demostrado que el gobierno de la sociedad es mejor que lo lleve un solo individuo. En los regímenes parlamentarios, a ese individuo (primer ministro) lo debe acompañar un número de colaboradores que se integrarán en un gabinete responsable ante el Parlamento, del cual dimanan.

¿Qué es lo que hay que reformar en el caso del Ejecutivo? Sin seguir un orden, porque hay demasiados temas en cuestión, para empezar, el tema que más inquieta a los mexicanos es la tremenda irresponsabilidad y la falta efectiva de control en medio de las cuales el presidente gobierna. El es quien menos rinde cuentas en este país no obstante que está obligado, constitucionalmente, a informar al Congreso sobre su actuación. El Legislativo no puede ejercer sus facultades de control político que, se supone, deben habilitarlo para controlar los actos del Ejecutivo en el gobierno de la sociedad y su adecuación a las leyes que el Legislativo ha producido para ese efecto.

En todos los regímenes políticos modernos democráticos, el único que está en condiciones de ver que el Ejecutivo cumpla con la ley y desarrolle bien su cometido, es el Legislativo. El Judicial sólo muy de trasmano puede conocer de esos actos, cuando se viola la Constitución o no se cumple con la ley. Sólo el Legislativo puede revisar sistemáticamente la adecuación de las disposiciones del Ejecutivo a los objetivos que quedan trazados en las leyes. No ve si se violaron o se lastimó la Constitución, lo cual corresponde al Judicial, sino si se van cumpliendo los objetivos y los fines a los que están dedicadas las leyes que produjo.

Existen, desde luego, medios tradicionales de control. La ratificación de cierto tipo de funcionarios, la aprobación del presupuesto y la emisión de la Ley de Ingresos o, recientemente, la obligación de los secretarios de Estado, de acuerdo con el artículo 93, de comparecer después del informe anual del presidente para dar cuenta de los asuntos de su ramo o acudir a cualquier convocatoria del Congreso a informar de los que sean del interés público. Pero eso es muy poco para lo que se espera, en una verdadera reforma del Estado, de la eficacia del control político que el Legislativo debe ejercer sobre los actos del Ejecutivo. Tales medios no neutralizan la virtual irresponsabilidad en la que continuamente incurre el Ejecutivo en sus facultades.

Se han propuesto nuevos medios de control aislados, como obligar al titular del Ejecutivo a que asista, a convocatoria de las Cámaras, a informar de sus actos. Pero se ha visto que medidas aisladas, por muy eficaces que se las suponga, no borran esa condición de irresponsabilidad en la que actúa el presidente. Se ha propuesto, también, con abundancia de razones, que se instituya el llamado sistema de gabinete. Diego Valadés ha insistido en esta idea que está abriéndose camino. El objeto es que todos los secretarios, pese a no ser nombrados por el Parlamento, sean responsables, personalísimos, ante el mismo, al igual que el presidente.

La idea incluye la ratificación obligada por el Congreso de todos los nombramientos de esos funcionarios. Pero lo esencial es que no sean sólo gatos del titular del Ejecutivo que van a informar a nombre de su jefe, sin ser responsables de su actuación, lo mismo que este último. De hecho no hay control ninguno. De lo que se trata es de que el presidente, tanto como sus secretarios, respondan personalmente de sus actos, rindan cuentas ante la representación nacional, sean sujetos de juicio por los mismos y, además, puedan ser objeto de una revocación de sus nombramientos por el simple hecho de no cumplir adecuadamente con el cometido que se les ha encomendado.

Si hay irresponsabilidad del Ejecutivo en su actuación (y la hay cuando no debe responder de sus actos o, inclusive, puede rehusarse a ello), entonces no se da el debido control político que la Constitución establece sobre ella. No hay, en el marco de la institucionalidad constitucional del Estado mexicano, otro poder ante el cual el Ejecutivo pueda (como debe) ser responsable de sus actos que el Poder Legislativo. Es, por lo mismo, obligado reformar la relación podrida y viciosa que existe entre esos dos poderes. Para que el Ejecutivo funcione bien y responda a los fines del buen gobierno de la sociedad que las leyes le demandan, debe ser responsable y, en su caso, directamente sancionable por sus fallas. Por ello el sistema de gabinete resulta la mejor opción.

No se trata, como resultó de la Constitución de 1857, que el Legislativo (entonces reducido a una Cámara) no deje gobernar al Ejecutivo. Pero es el único que lo puede hacer gobernar bien, con sólo que cumpla estrictamente con los objetivos que le marcan las leyes. Cuando se pregunta del objeto del control político, la respuesta es simple: si el Legislativo, investido de la representación del pueblo que decide lo que las leyes deben ser y perseguir para un buen gobierno de la sociedad, no lo tuviera, entonces nadie podría hacer nada para hacer que el Ejecutivo cumpla con la ley.

Aparte de ello, queda claro que un gobierno irresponsable está expuesto a violar continuamente las leyes, sin que exista barrera alguna en contra de sus arbitrariedades. Todos los males que hoy nos aquejan: impunidad, corrupción, inseguridad por la infiltración de la delincuencia en las instituciones del Estado, abusos del poder, arbitrariedades sin fin de funcionarios de todos los niveles y todo lo que no se puede decir en unas cuantas palabras, se dan, porque no hay modo de controlar al poder que los genera.


APAGA LA TELEVISION, NO PERMITAS QUE ASESINEN TU MENTE E INFORMATE EN LOS MEDIOS ALTERNATIVOS.
YUNQUELAND ROMPIENDO EL CERCO INFORMATIVO.
http://www.yunqueland.com/
http://resisteacapulco.blogspot.com

NUMEROS INFAMES




Rolando Cordera Campos
Números infames

La mata sigue dando: según Reforma, la oferta de empleo en las bolsas de trabajo para octubre-diciembre se cayó 32 por ciento respecto del mismo periodo de 2007; 27 por ciento menos en noviembre respecto de noviembre anterior, y para diciembre, 52 por ciento menos (Reforma, 04/12/08, Negocios, 3). Y el que se ofrece es precario y mal pagado, “pero es el único nuevo empleo”. Los empresarios ya advirtieron que en 2009 no se crearán más de 200 mil empleos formales, mientras se adelantan apuntes lúgubres: nadie apuesta a que la economía vaya a crecer más de uno por ciento y muchos hablan de cero, cuando no de descenso.

Los que más aprovecharon el auge del libre comercio en el norte de México viven un triste acercamiento al sur desvencijado por la apertura y la omisión: los despidos en las automotrices se vuelven rutina y los conatos de cierre rondan el subcontinente maquilador donde se alojan los emigrados del otro México: Veracruz, Oaxaca, Chiapas, que ahora redefinen acento y faz norteña mientras inundan un hábitat urbano ofensivo y hostil a cualquier idea de dignidad, cohesión social, protección del débil.

Los testimonios de la vida en Juárez, relatados por Clara Jusidman hace tiempo, no se reducen al feminicidio o la pérdida de territorialidad del Estado ante el embate del crimen organizado; nos remiten a formas de vida sometidas a la peor de las miserias: niños amarrados en sus chozas cerradas porque las madres trabajadoras no tienen con quién dejarlos; mujeres con hijos que encabezan el hogar en solitario; jóvenes obreras a la espera del ataque mortal.

Con el impacto de la crisis sobre la maquila, la estructura social resultante se liará con una coyuntura implacable de pérdida de empleo en el más inclemente mar de inseguridad personal y social que Dickens, o Engels, hayan podido imaginar. Nos veremos en ese espejo de no actuar ya con planes de alivio que pongan en el centro no a la gente en abstracto, sino a esa gente que testifica contra una modernidad de cascarón que no aparece en el escaparate porque no tiene nada qué enseñar. Sólo vergüenza, por lo no hecho, lo no previsto, lo permitido en el festival de irresponsabilidad que se resume en la frontera norte, donde sólo falta Billy the Kid para cerrar el círculo de una historia desdichada.

La mata daba desde antes. En un documentado trabajo del estudioso Enrique Provencio, leemos: “en 2006 sólo el 0.5 por ciento de las familias recibía más de 14 mil pesos mensuales y el 60 por ciento de las familias recibía menos de 4 mil 500 pesos… El ingreso laboral promedio es casi igual al de 1992… el salario real prácticamente no ha cambiado en 14 años”.

A pesar de lo gastado, la pobreza está en el corazón de nuestras tinieblas. Lo que debía quedar claro es que en una economía del tamaño de la nuestra, con petróleo y minería, campos de cultivo y capacidad de producir bienes básicos, las cuotas de pobreza extrema registradas antes de las crisis son injustificables. No hay razón económica o financiera, o catástrofe natural, que lo explique. Con el aumento en los precios de alimentos y otros básicos, junto con el desempleo previsto, lo más probable es que los pobres aumenten en millones, y que quienes no tienen lo suficiente para comprar lo necesario para su dieta mínima lo hagan en mayor proporción.

“Va de nuevo”, dirán los expertos, porque la reducción lograda en estos números infames puede perderse en menos de un año. Pero no serán la economía y sus veleidades las culpables. No hay ley de hierro de salarios, finanzas sanas o crisis avasalladoras, que imponga un mandato cruel como el descrito.

La pobreza se urbaniza y la ciudad se puebla de jóvenes sin oficio ni beneficio. Y sin posibilidades ciertas de emprender la aventura del norte. Con este memorial desgraciado, sería la hora de convocar a unir fuerzas y voluntades y conmover a los que pueden y mandan a dar un giro y empezar por reconocer la realidad sin la arrogancia, la amnesia y la miopía que han orientado al Estado desde hace lustros.

Pero en medio, como dique mental y moral que contiene los sentimientos nacionales está, necia y contumaz, una desigualdad enseñoreada de gustos, sensibilidades, razonamientos dizque prudentes, pero pueriles a cual más. No sólo está la distancia que marea entre los más ricos y los que les siguen, y entre ellos y el resto de la pirámide cuya base se asfixia en la impotencia. Está también la prepotencia de sus validos que no ven ni oyen más allá de lo que suponen es la voz del amo: desde Madrid o Hong Kong o Londres, donde se ubica este nuevo aunque endeble coloniaje con el que el último gobierno del PRI quiso coronar su peculiar racionalidad modernizadora.

Dice un representante de BBVA en tierra de indios: la acción contra la Cómer es parte de un “procedimiento habitual”. Y su inefable presidente para México advierte: “Evitemos las tentaciones de controlar variables (como la tasa de interés) que deben responder al libre comportamiento del mercado” (Nota sin desperdicio de Roberto González Amador, La Jornada, 04/12/08, p. 24). Amén…


APAGA LA TELEVISION, NO PERMITAS QUE ASESINEN TU MENTE E INFORMATE EN LOS MEDIOS ALTERNATIVOS.
YUNQUELAND ROMPIENDO EL CERCO INFORMATIVO.
http://www.yunqueland.com/
http://resisteacapulco.blogspot.com

CRISIS: ¿ESTA MEJOR MEXICO?




Antonio Gershenson
Crisis: ¿está mejor México?

Como el dato oficial nos dice que México, en 2009, va a crecer, aunque sea poquito y, por ejemplo, Estados Unidos ya está decreciendo y el año próximo va a estar peor, pues nos venden la ilusión de que estamos y estaremos mejor. Veamos los hechos.

En Estados Unidos se anuncia, por parte de un organismo oficialmente dedicado a esto, que la crisis (o, como les gusta decirlo para que no se oiga tan feo, recesión) empezó desde diciembre del año pasado. Aunque el producto nacional bruto comenzó a declinar más recientemente, se basan, para su afirmación, en que la producción se va haciendo más lenta, en que el número de puestos de trabajo se va reduciendo por cientos de miles, en que el ingreso personal se va para abajo y en que el consumo cae cada vez más.

Ahora está en las primeras planas la industria automotriz, y es que, como hemos visto, es de las más afectadas. Es de las que más dependen del crédito; pocos son los que compran un coche de contado, frente al total de posibles compradores. Y, como sabemos, uno de los síntomas de la crisis es que los bancos no prestan. (Aquí, a menudo, no necesitamos crisis para que eso suceda.)

En Estados Unidos, donde empezó la crisis y donde la venta de automóviles es mayor, el fenómeno es muy claro. El total de ventas de la industria automotriz, nacional y extranjera, bajó, en noviembre de 2008 frente al mismo periodo del año anterior, 37 por ciento. Claro, General Motors, que es a la que peor le va, tuvo una reducción en el mismo periodo de 41 por ciento. Y no sólo es de ese país el problema, el gigante japonés Toyota tuvo una baja de 33.9 por ciento.

En México, la organización patronal y especialistas del ramo estiman que las cosas estarán peor en 2009, debido en buena medida a la alta dependencia de las exportaciones a Estados Unidos. Estiman una reducción de la producción hasta de 50 por ciento.

Como aquí no hay tecnócratas maquillando cifras, se ve el tamaño del problema. Esto implica que se comprarán mucho menos llantas, acumuladores y componentes automotrices en general por parte de las armadoras. Al desempleo existente y en deterioro se sumará otro peor.

¿Y los planes contra la crisis? En Estados Unidos está planteada la inversión pública en obras como carreteras, escuelas y fuentes alternas para generar electricidad. Se proyecta también inversión en gasto social y reducción de impuestos a capas medias y bajas de la población para mejorar el poder de compra y fortalecer el mercado interno. Pero las cantidades estimadas, a medida que avanzan no sólo los estudios sino una pavorosa realidad, van aumentando. Se ha calculado que para que se conviertan en realidad los dos millones y medio de nuevos empleos de que habla Obama, se requiere pasar de la actual contracción de 4 por ciento a un crecimiento de 2.5 a 3 por ciento anual. En Europa se empiezan a anunciar planes de recuperación.

En Brasil se aplicó el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), con una fuerte inversión, también, en obra pública y gasto social. Hay recorte presupuestal por la crisis, pero éste no se aplica a las áreas de ese plan, que incluyen la exploración y desarrollo de la “pre-sal”, de yacimientos bajo una gruesa capa salina pero con excelentes resultados en cuanto al crudo localizado y, en un caso, ya empezado a extraer. Se discute la forma de asegurar que los recursos vayan al sector público y cómo distribuirlos.

Ya hemos hablado del enorme programa de reactivación de China. Pero incluso en Kazajstán, casi del otro lado del mundo, el país ya consiguió el crédito para construir la “nueva ruta de la seda” (sobre la rama norte de lo que fue esta vía hace más de 500 años), con comunicación moderna desde su frontera occidental con Rusia, hasta su frontera oriental con China.

¿Y México? Ya vimos para dónde va la industria; no sólo la automotriz depende de sus exportaciones a Estados Unidos. Las maquiladoras dependen más. Y muchas otras se están viendo afectadas. Cada rato se anuncian o consuman despidos en masa. Pero en vez de fortalecer el mercado interno, se le afecta, como hemos visto, con aumentos constantes de precios a los principales energéticos, y su repercusión sobre los demás bienes y servicios; con una devaluación que se acerca a 40 por ciento, con su efecto en el precio de las importaciones y sobre el de los productos nacionales que usan componentes importados. No está claro cuánto habrá para nueva inversión, porque ya andan ahí los tecnócratas, tijera en mano, para los recortes presupuestales.

Es preciso hacer lo posible por frenar esta política económica e incluso liquidarla, como ya sucede cada vez en más países. De por sí está la situación crítica, de por sí viene más dura, como para permitir que la política oficial la empeore todavía más.


APAGA LA TELEVISION, NO PERMITAS QUE ASESINEN TU MENTE E INFORMATE EN LOS MEDIOS ALTERNATIVOS.