jueves, 16 de octubre de 2008

“La gran tentación”

Jorge Eduardo Navarrete


Ha comenzado a distribuirse un libro que constituye un aporte significativo al debate sobre el petróleo en el que se encuentra empeñada la nación: La gran tentación: el petróleo de México, escrito por Andrés Manuel López Obrador y editado el pasado septiembre por Grijalbo. Esta obra, sólida y concisa, con apenas algo más de 200 páginas, se suma, por méritos propios, a la bibliografía fundamental sobre el tema petrolero en México. Este canon incluye, entre no más de una docena de títulos, trabajos como El petróleo y la Revolución, de don Jesús Silva Herzog, disponible ahora dentro de sus obras escogidas, editadas por la UNAM en 1989, y los volúmenes complementarios México y Estados Unidos en el conflicto petrolero (1917-1942) y Su majestad británica contra la Revolución Mexicana, 1900-1950. El fin de un imperio informal, ambos de Lorenzo Meyer, publicados, respectivamente, por el FCE en 1981 y por El Colegio de México en 1990; así como las reflexiones dedicadas al tema por el presidente Lázaro Cárdenas en sus Apuntes 1913-1940, editados en 1972 también por la Universidad. Resulta, entonces, un material de lectura y reflexión indispensable para comprender, con visión histórica y objetividad analítica, la más trascendental de las cuestiones que ahora se ventilan en México, de la que no es hiperbólico afirmar que depende, como el libro demuestra, el rumbo del país. El título, surgido –se precisa– de una conversación del cha Reza Pahlevi con Ryszard Kapuscinski, muestra que, al menos en los últimos 100 años, la idea de controlar los hidrocarburos del país ha constituido, para los países dominantes y las corporaciones petroleras, la gran tentación.

El libro se organiza en tres grandes secciones. La primera proporciona un recuento analítico de la historia del petróleo en México, desde las primeras explotaciones, hace algo más de un siglo, en el porfiriato, hasta 1982. La segunda aborda el periodo de alrededor de un cuarto de siglo, del predominio de las políticas neoliberales. En el sector petrolero, de manera cada vez más clara y por completo evidente a partir del nuevo siglo, estas políticas se han orientado a colocar sus recursos al servicio de intereses no sólo distintos, sino contrarios a los de un desarrollo nacional autónomo y participativo. La tercera se refiere a la esperanza. A las opciones abiertas por el Movimiento en Defensa del Petróleo, orientadas a convertir los hidrocarburos –el petróleo y el gas– en el fundamento de un desarrollo diferente, de un modelo alternativo, que sirva a los mexicanos y, por el bien de todos, primero a los pobres.

El petróleo ha sido, como se demuestra en este libro, uno de los ejes conductores de la vida nacional. La historia del siglo XX mexicano puede leerse a través de un corto número de grandes cuestiones, que han marcado sus distintas etapas. La cuestión de la tierra, el desarrollo industrial, el empleo y la distribución del ingreso y la riqueza han sido –junto con la cuestión petrolera– los hilos conductores de la evolución del país. La reforma agraria, la industrialización sustitutiva de importaciones, la educación, la salud y la seguridad social, así como el uso de los hidrocarburos como palanca del desarrollo, explican la etapa de crecimiento sostenido de la economía mexicana. Por el contrario, el abandono del campo, la renuncia deliberada a definir e instrumentar una política industrial moderna, la tolerancia de la desigualdad y la pobreza, y el sesgo exportador de la actividad petrolera se hallan detrás del estancamiento económico de los últimos decenios.

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De la política como abuso a desastre

Agenda Ciudadana

Lorenzo Meyer

Jueves, 16 de Octubre de 2008
LOS CLÁSICOS

En la Grecia de Aristóteles se llegó a suponer a la ciencia política como el área más importante del conocimiento pues su objeto de estudio era la expresión más noble de la actividad humana ya que de ella dependía la virtud y la felicidad colectivas. 2,500 años más tarde es muy difícil entender ese punto de vista y, sin embargo, en el terrible siglo XX, perdida ya toda inocencia como resultado de sus guerras, campos de exterminio y gulags, la gran Hannah Arendt planteó reconsiderar la validez de la propuesta. En La condición humana, (Barcelona: Paidos, 1993, ed. original, 1958), Arendt argumentó, de manera convincente, que seguía siendo posible vivir la actividad política como la oportunidad de participar en el quehacer público con un propósito noble, ético.

En los tiempos que corren, el ejercicio del poder político es sinónimo de abuso extremo, criminal, que ha desembocado en desastre mayúsculo a nivel planetario. Ahora bien, justamente porque el panorama es así de desesperanzador, conviene, casi como un último recurso, intentar darle alguna posibilidad a los dos grandes filósofos políticos nacidos en Grecia y Alemania respectivamente.

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LA POLÍTICA COMO DESASTRE

El ejercicio del poder como una actividad contraria al deber ser, a la ética, se ha practicado desde el inicio de los tiempos y en todas partes. Sin embargo, normalmente se ha combinado con un cierto grado de inteligencia y sentido de las proporciones para hacerlo más o menos tolerable para su víctima: el individuo común. No obstante, de tarde en tarde las élites del poder -los líderes políticos, empresariales, militares, religiosos e intelectuales- pierden piso, abandonan todo sentido de la realidad y toman sus decisiones influidas por una mezcla de corrupción desbocada, cinismo y egoísmo sin límites, irresponsabilidad e incapacidad intelectual y sin pizca de cordura. Es esta condición la que caracteriza a nuestro tiempo –el fracaso estrepitoso de los liderazgos- y la que ha desembocado en un ambiente generalizado de incertidumbre, desánimo y búsqueda de alternativas tanto en México como en el sistema internacional, particularmente en el país vecino del norte, centro de ese sistema.

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