domingo, 21 de septiembre de 2008

Nuevo petróleo brasileño, al Estado

Antonio Gershenson
gershen@servidor.unam.mx

En estos días se está definiendo un paso muy importante en materia del nuevo petróleo brasileño. Se está definiendo la forma como ese petróleo va a pertenecer al Estado, posiblemente con la creación de una nueva empresa ciento por ciento estatal.

Éste es un golpe más a los intentos privatizadores del petróleo en México. También a sus medidas de pulverización de Pemex. Los ejemplos que habían puesto los funcionarios derechistas se les están cayendo. Se había hablado de la noruega Statoil, y el primero de octubre pasado se fusiona con la otra empresa estatal, la rama de petróleo y gas de Norsk Hydro, para formar la empresa integrada Statoil Hydro. Para que el gobierno tenga voto con mayoría calificada de dos tercios en todos los casos se aumentó, por acuerdo del Parlamento, el porcentaje de acciones del gobierno noruego en esta nueva empresa de 62.5 a 67 por ciento.

Además, se ha establecido una empresa totalmente estatal, Petoro, que es dueña de 90 licencias de campos de hidrocarburos en la plataforma marítima, y de 18 compañías/sociedades. Esto representa más de un tercio de las reservas petroleras de Noruega y más de la cuarta parte de la producción de petróleo y gas de se país.

Aquí también se puso como ejemplo Brasil. Petrobras, como resultado de medidas de anteriores gobernantes de derecha, tiene mayoría de acciones con voto del gobierno, pero mayoría de acciones en su conjunto en manos de particulares, en su mayoría extranjeros, alrededor de 60 por ciento del total. Las medidas ahora en proceso de definición y aplicación apuntan a que el petróleo de los nuevos yacimientos a gran profundidad, y que son abundantes, no beneficie a estos accionistas sino que vaya a manos del Estado para aplicaciones de orden nacional.

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El mundo se mueve… ¿y nosotros?

Rolando Cordera Campos

De seguir las cosas como van, Bush será declarado traidor por McCain y su aguerrida compañera de fórmula pedirá la hoguera para el comunista infiltrado, el sleeper, que despeñó a Estados Unidos por la odiada senda del estatismo y el socialismo. Por su parte, los dueños del universo que se soñaban Michael Douglas (recordemos Wall Street) hacen cola en las filas de la seguridad social americana, mientras que lo que impera en aquella gran potencia es su contrario, inseguridad colectiva, incertidumbre y angustia individual, que alcanzan a millones y hacen temblar las estructuras productivas, financieras y mentales más poderosas y arrogantes.

El mundo no sabe hasta dónde llegará la tormenta esta vez, pero sin duda sabe mucho más que antes para evitar que el sistema caiga como castillo de naipes. Los involucrados en su sostén no sólo son muchos sino también diestros y ahora se ven aumentados por los inesperados recién llegados al banquete capitalista, encabezados por China y Rusia, en cuyas arcas está gran parte de las reservas del mundo y en su subsuelo mucho del oro negro detectable. El vigor y la fragilidad del sistema se dan en esta expansión del globo la mano y se ven las caras.

En el sur de la región latinoamericana se arriesgan formas y modos para capear las crisis y tratar de sacar de ellas nuevas maneras de crecer y de defender las democracias alcanzadas a tan alto costo. La reunión de emergencia de Unasur por la tormenta boliviana, convocada por la presidenta Bachelet y articulada en sus desenlaces promisorios por Lula, es un botón de muestra que no permite conclusiones fuertes, habida cuenta de la memoria de tanto desencuentro y tan fallida retórica bolivariana, pero que sí lleva a imaginar rumbos mejores para los proyectos conosureños de unidad multinacional y progresivo fortalecimiento de unas economías cuyo éxito reciente no admite triunfalismo alguno: el nuevo ciclo de las materias primas les lleva a elevar su crecimiento (¡Uruguay con 13 por ciento este año!), pero no les condona una transformación productiva siempre inconclusa, tal vez la otra cara de una desigualdad profunda e inconmovible.

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Guillermo Haro

Elena Poniatowska/ I


Suele decirse que los hombres que se ocupan de los rayos cósmicos, de las longitudes de onda, de las radiaciones de luz, de la energía explosiva de los gases de las estrellas viven en su mundo y ese mundo –macrocósmico y microcósmico a la vez– les sorbe la vida y nada les apasiona más que un cuerpo celeste. Ver el cielo los inmuniza contra el apego a la tierra y la astrofísica los aleja a cien mil años luz de la vida cotidiana y los pesares del vulgo entregado a tareas comunes y corrientes.

Sin embargo, no hubo un día en la vida de Guillermo Haro en que no se preocupara por México y buscara el modo de sacarlo adelante. Guillermo Haro fue un hacedor. Por más que los visitantes al Observatorio de Tonantzintla le dijeran: “¡Qué feliz usted que vive en las nubes, absorto en las maravillas del cielo, apartado de este mundo y sus miserias!”, a Guillermo Haro lo enfermaba el retraso de nuestro país, su pobreza, la injusticia social y la corrupción política.

Estaba tan preocupado por el futuro de nuestro país que casi no vivía para sí mismo. A Guillermo en alguna ocasión le ofrecieron ser diputado y respondió a quien le traía la buena nueva: “No me ofenda”. Modesto, porque ¿cómo uno no puede ser humilde frente a la grandeza del universo? también desconectó personalmente los cables de un formidable equipo de televisión venido del Distrito Federal que pretendía no sólo hacerle una entrevista sino lanzar un reportaje sobre la astrofísica, la óptica y la electrónica en México. Acerbo, adusto, hosco, ante su autoridad los camarógrafos emprendieron la carrera.


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La inutilidad de la violencia

Arnaldo Córdova

La apuesta de Calderón al plantearse el combate al narcotráfico y al crimen organizado mediante una violencia feroz y sin cuartel fue, de verdad, muy estúpida e insensata. Es difícil saber si fue idea suya o sugerencia de sus colaboradores. Fue una colosal equivocación. El punto de partida, es evidente, fue considerar que los delincuentes llegaron de Marte, que eran extraños al cuerpo de la sociedad mexicana, que alguien los había importado (acaso los colombianos) y que, en la lucha por erradicar su funesta actividad, la misma sociedad mexicana no tenía nada que ver. Ese fue el mayor error, pero no fue el único.

Es muy posible que la idea de usar la fuerza bruta contra la fuerza bruta, la violencia del Estado contra la violencia de los delincuentes, haya sido esbozada al gobierno panista por los grandes y muy concentrados grupos económicos y políticos que fueron cómplices de Calderón en su asalto al poder. Ahora son ellos mismos los que lamentan semejante insania. La derecha en todos sus matices sólo sabe recurrir a la fuerza y jamás se le ocurren otros caminos. Los gobiernos panistas nunca han sido capaces de analizar mínimanente las causas del crimen en la sociedad y ni siquiera sus siniestras consecuencias.

Es posible, por ello, que fuesen los propios panistas que rodean a Calderón quienes lo hayan empujado al uso de la violencia indiscriminada en contra de la delincuencia organizada. Algo pasmoso de verdad es que, como se ha señalado reiteradamente, casi no hay trabajo de inteligencia, de manera que siempre se ataca a bulto, en donde hay un atraco, un secuestro o una acción cualquiera de los criminales. Luego hay que pensar en la necesidad de la buena imagen tan necesaria al actual régimen: también los priístas y los más diversos grupos de presión pueden haber lanzado al gobierno a esta estupefaciente espiral de violencia.

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