domingo, 5 de octubre de 2008

Del plebiscito y el referéndum

Arnaldo Córdova

La democracia, como todas las instituciones sociales (y entre ellas las políticas), tiene comienzos modestos y muy limitados. Sus actores son unos cuantos, una minoría en el conjunto de la sociedad que decide por todo el resto. A esto se llamó democracia representativa y su teórico por excelencia fue el gran filósofo alemán Immanuel Kant. Pero, como todas las instituciones, la democracia se fue desarrollando cada vez más y siempre en la dirección de incluir cada vez a un mayor número de actores hasta conformar el concepto constitucional de pueblo total: todos los ciudadanos sin distinción pasaron a formar el cuerpo político.

Cabe recordar que el concepto de institución social fue obra del ilustre sociólogo francés Émil Durkheim, quien inició una vasta y duradera escuela sociológica que durante decenios dominó el campo de los estudios sociales (y jurídicos, en particular). Una institución es un condensado de relaciones sociales que se vuelve duradero y permanente a través del tiempo (tal como los usos y costumbres de las comunidades).

A tono con la aparición y el desarrollo del Estado de derecho, la democracia se fue extendiendo en la medida en que la ciudadanía constitucional se volvía más omnicomprensiva y totalizante. Hoy en el mundo todos los individuos mayores de 18 años son ciudadanos, con las excepciones que impone el derecho. La democracia ha dejado de ser elitista o asunto de pequeños grupos. En el siglo XX las mujeres pasaron a formar parte del pueblo ciudadano. Y fue, justamente, con su inclusión que comenzó a desarrollarse la ulterior y presente etapa del desarrollo de la democracia, que todos están concordes en llamar democracia participativa.

La democracia representativa clásica, además de elitista y una vez realizadas las elecciones, obligaba a los ciudadanos a volver a sus casas y a su vida privada. El viejo Kant decía que si el pueblo no se retiraba no dejaría gobernar. Ese concepto periclitó desde hace mucho tiempo. Ahora el pueblo elige y, además, ha conquistado el derecho a constatar cómo lo gobiernan quienes han sido elegidos. Esa es la esencia de esta nueva democracia participativa. De esta democracia participativa forman parte las figuras del plebiscito y el referéndum, amén de otras que las complementan.

Leer mas

La crisis y el final de un sistema

Antonio Gershenson
gershen@servidor.unam.mx

Lo principal de la crisis que se empieza a vivir no es lo del momento, sino su desarrollo. Primero, por lo menos de las cosas que más llamaron la atención fue la crisis inmobiliaria. Las inmobiliarias, relacionadas directamente con los préstamos hipotecarios para viviendas y otras construcciones o departamentos, tuvieron cada vez más dificultades para cobrar.

También se involucraron en negocios de alto riesgo, sin la plena seguridad de poder cobrar lo que suponían que iban a lograr. Dos de las mayores fueron “rescatadas”, el gobierno estadunidense les transfirió recursos, les prestó apoyo. Aparentemente se pasaba el problema, pero al rato saltaba por otro lado, y eran varios bancos y financieras los que tenían problemas similares. Gastaron más de lo que en realidad podían, incluso comprando otro banco.

Se ha dado más a conocer lo que pasa en Estados Unidos, pero el problema va mucho más allá. En general, se han transferido grandes sumas a bancos y otras instituciones financieras, para evitar su quiebra. Ya eso rompe con las reglas ultraliberales que se quisieron imponer a todo el mundo durante décadas. Pero en Europa las cosas fueron más allá.

Uno de los principales bancos belga-holandés, también aseguradora, Fortis, recibió una fuerte inyección de dinero pero también fue nacionalizado, según algunas fuentes parcialmente. Pero unos días después, el gobierno holandés decidió hacerse cargo de todas las funciones de Fortis en su país, bancarias y de seguros, incluso las acciones que este banco había comprado el año pasado, de ABN Amro, otro de los mayores.

En Inglaterra se nacionalizó el banco Bradford and Bingley, para evitar que fuera adquirido por el español Santander, que ya acaparaba bastante. En Islandia, se nacionalizó a Glitnir, el tercer banco del país. De modo que es un problema mucho más amplio, como es amplia la gama de soluciones que se han buscado de un país a otro. Pero lo que debemos notar es que las viejas reglas, tan defendidas por el Fondo Monetario Internacional, ya fueron tiradas a la basura. Todas y cada una de las acciones mencionadas son intervenciones del Estado en la economía de sus respectivos países.

Leer mas

¿Fuera del mundo?

Rolando Cordera Campos

Asistimos, sostiene Rogelio Ramírez de la O, “a la pérdida de riqueza más cuantiosa en la historia del mundo”. Por su parte, David Ibarra nos habla de una “debacle en el sistema financiero mundial (que) marca el comienzo de una era económica distinta”. La semana pasada, Stiglitz advertía que lo ocurrido en Wall Street era para el mercado “lo que la caída del Muro de Berlín fue para el comunismo”, mientras que Paul Krugman sostenía este viernes que la economía estadunidense se mueve al “borde del abismo”.

Desde esta matriz inicial de la crisis, a la que habría que añadir las entregas de León Bendeski y Alejandro Nadal en estas páginas, puede proponerse que el estallido de la burbuja y su inevitable secuela recesiva afectará el desempeño de nuestra economía y tocará tejidos esenciales de nuestra frágil cohesión social. El temor por la moneda, por ejemplo, se ampliará ahora al miedo ante el desempleo y la reducción del flujo de remesas no hará sino agravar la inseguridad e incertidumbre de regiones enteras del país, donde apenas se sobrevive. La ocupación “decente” se volverá evanescente horizonte y el trabajo informal seguirá su marcha impetuosa en las ciudades.

El fin de una época puede parecer panorama mayor, pero no se habla de otra cosa en la sede de la fábrica de ilusiones en que desde fines del siglo pasado se convirtió el discurso neoliberal. Ocurre lo mismo en las capitales del mundo desarrollado y en desarrollo, donde se abre paso una hipótesis cada vez más acabada que de la defensa inmediata de las economías nacionales debe transitarse a la búsqueda de alternativas para una arquitectura financiera internacional cuyos ejes dominantes se fundieron a los ojos de todos, en televisión y en línea. El espectro de 1929 vuelve a recorrer el mundo.

Se trata de una gran referencia pero al final sólo de eso. Lo que está en juego hoy es el hundimiento de una estructura enorme e interconectada que no deja a nadie intacto. La metáfora de la mariposa se vuelve lugar común en la City o el Tesoro americano, mientras las bolsas del mundo no tienen tiempo ni para aconsejarse. Simplemente se van entre los suspiros de sus apostadores.

Falta todavía la réplica del terremoto financiero en lo que solía llamarse la economía real, pero pocos parecen dudar de que el declive en la producción y el empleo globales será mayúsculo. La especulación sobre el “desacoplamiento” de Asia y ¡hasta de México!, pasa al arcón de los buenos deseos y el sálvese quien pueda no puede con la sensación de que todos estamos en el mismo barco… y no necesariamente para bien.

Leer mas