domingo, 5 de octubre de 2008

¿Fuera del mundo?

Rolando Cordera Campos

Asistimos, sostiene Rogelio Ramírez de la O, “a la pérdida de riqueza más cuantiosa en la historia del mundo”. Por su parte, David Ibarra nos habla de una “debacle en el sistema financiero mundial (que) marca el comienzo de una era económica distinta”. La semana pasada, Stiglitz advertía que lo ocurrido en Wall Street era para el mercado “lo que la caída del Muro de Berlín fue para el comunismo”, mientras que Paul Krugman sostenía este viernes que la economía estadunidense se mueve al “borde del abismo”.

Desde esta matriz inicial de la crisis, a la que habría que añadir las entregas de León Bendeski y Alejandro Nadal en estas páginas, puede proponerse que el estallido de la burbuja y su inevitable secuela recesiva afectará el desempeño de nuestra economía y tocará tejidos esenciales de nuestra frágil cohesión social. El temor por la moneda, por ejemplo, se ampliará ahora al miedo ante el desempleo y la reducción del flujo de remesas no hará sino agravar la inseguridad e incertidumbre de regiones enteras del país, donde apenas se sobrevive. La ocupación “decente” se volverá evanescente horizonte y el trabajo informal seguirá su marcha impetuosa en las ciudades.

El fin de una época puede parecer panorama mayor, pero no se habla de otra cosa en la sede de la fábrica de ilusiones en que desde fines del siglo pasado se convirtió el discurso neoliberal. Ocurre lo mismo en las capitales del mundo desarrollado y en desarrollo, donde se abre paso una hipótesis cada vez más acabada que de la defensa inmediata de las economías nacionales debe transitarse a la búsqueda de alternativas para una arquitectura financiera internacional cuyos ejes dominantes se fundieron a los ojos de todos, en televisión y en línea. El espectro de 1929 vuelve a recorrer el mundo.

Se trata de una gran referencia pero al final sólo de eso. Lo que está en juego hoy es el hundimiento de una estructura enorme e interconectada que no deja a nadie intacto. La metáfora de la mariposa se vuelve lugar común en la City o el Tesoro americano, mientras las bolsas del mundo no tienen tiempo ni para aconsejarse. Simplemente se van entre los suspiros de sus apostadores.

Falta todavía la réplica del terremoto financiero en lo que solía llamarse la economía real, pero pocos parecen dudar de que el declive en la producción y el empleo globales será mayúsculo. La especulación sobre el “desacoplamiento” de Asia y ¡hasta de México!, pasa al arcón de los buenos deseos y el sálvese quien pueda no puede con la sensación de que todos estamos en el mismo barco… y no necesariamente para bien.

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