domingo, 11 de enero de 2009

EL GOBIERNO Y LAS ELECCIONES



Arnaldo Córdova
El gobierno y las elecciones

La acción de los gobiernos en periodos de elecciones siempre ha sido y será una calamidad porque produce, indefectiblemente, situaciones conflictivas que, a su vez, son fuente de injusticias e inequidades que acaban violando las leyes y suelen llevar al desquiciamiento de la convivencia de las distintas fuerzas políticas y del propio orden constitucional. Todo ello parece ser inevitable, porque demandar a los gobiernos que se abstengan de realizar sus funciones sería absurdo y como siempre obedecen a un signo partidista sucede con frecuencia que la fuerza o las fuerzas que representan resultan ser las principales beneficiarias de sus actos.

El poder del Estado es el poder superior de la sociedad y parecería que si está en manos de un partido o una coalición política (porque sus exponentes fueron elegidos para ejercer el gobierno en ese poder) no puede por más de favorecer los intereses particulares de ese partido o coalición. Pero en los regímenes democráticos avanzados eso es menos frecuente o, de plano, no sucede, y así pueden verse gobiernos que suceden a otros de signo contrario. Resulta más cierto, sin embargo, en los regímenes en los que hay un escaso desarrollo de la democracia o ésta se encuentra aún en desarrollo.

En México sucede que la acción de los gobiernos siempre influye negativamente en los procesos electorales porque produce, invariablemente, situaciones de inequidad y, a menudo, de violación de las leyes y de la Carta Magna que deciden el resultado de los comicios. Si se quisiera medir la efectividad y la fortaleza de nuestra democracia, se podría hallar en ese fenómeno el mejor indicador. Se ha querido poner freno al partidarismo de los gobiernos limitando su acción desde la víspera de las elecciones; pero han sido siempre soluciones ineficaces que no resuelven el problema.

Que en los regímenes auténticamente democráticos un partido en el gobierno pierda unas elecciones es harto frecuente; que eso suceda en México resulta de verdad muy raro. Se ha dicho que se necesita ser muy estúpido para que ello suceda y, en nuestro país, parece que siempre es por eso. En las sociedades democráticas se pierde el poder porque se falla en el gobierno de la sociedad; en ellas los electores deciden la suerte de los partidos gobernantes. En México, por lo general, se gobierna mal o no se gobierna en absoluto, pero no por ello se pierde el poder. Es más, a veces, por eso se conserva, todo por obra de los electores.

Por ello resulta inútil imponer cuantas restricciones se puedan imaginar a la acción de los gobiernos en periodos electorales si lo enclenque de nuestra democracia impide que se cumpla con ellas o, sencillamente, se desvirtúen y acaben favoreciendo de cualquier forma a los partidos gobernantes. La pregunta obligada es ¿qué se puede hacer para que eso no suceda? Y la respuesta, aunque pueda parecer ingenua, es tan sencilla como hacer que los gobiernos cumplan con las leyes, si es que éstas se dan, porque cuando no existen ni para qué hablar.

Las leyes nunca podrán comprender todos los casos que buscan regimentar o lo hacen de manera tan genérica que dan lugar a rejuegos de interpretación judicial que nunca los resuelven. Con las restricciones electorales sucede eso con mayor frecuencia y, así, los gobiernos siempre violan las disposiciones legales para favorecer a los candidatos de su o de sus partidos. Aun los tribunales electorales más confliables se vuelven inútiles para resolver cualquier controversia al respecto. En ello los congresos suelen ser los alcahuetes más serviciales de los abusos.

Siempre falla algo: o las leyes o los tribunales o los legisladores. Incluso cuando la ley es bastante clara siempre aparece el villano. Cuando el TEPJF decidió en 2006 que Fox había violado las leyes “sólo un poquito” y que no había influido en el resultado final de la elección presidencial, abrió el camino con su felonía a la paulatina deslegitimación de los órganos jurisdiccionales electorales y, también, a su obsolescencia. El IFE, por su lado, hoy sólo mueve a risa con sus resoluciones sacadas de los pelos y las declaraciones asombrosas de sus funcionarios. No puede haber respeto a la ley cuando no hay instituciones que la hagan respetar.

Con las leyes sucede algo que deja anonadados: la Constitución ordena que se hagan, pero los poderes legislativos siempre se resisten a hacerlas y las mandan a las calendas griegas. Eso sucede con las reformas constitucionales en materia electoral, de comunicación o de transparencia. Basta que los grandes empresarios y los conservadores de toda laya se inconformen o se amparen para que se paralice la acción legislativa. No hay leyes adecuadas de comunicación porque los propios legisladores, en contubernio con sus patronos, se resisten a elaborarlas y a aprobarlas, aun cuando la Constitución los mandata expresamente para ello. El llamado derecho de réplica, por ejemplo, está instituido en la Carta Magna desde 2007; pero todavía no hay una ley de derecho de réplica.

Y todavía hay babiecas que se extrañan de que en México no se permita que los exponentes del gobierno participen a favor de los candidatos de sus partidos en las justas electorales, cuando eso está autorizado en todos los regímenes democráticos del mundo. Hasta en Estados Unidos el presidente hace campaña por los candidatos de su partido y no se diga de los regímenes parlamentarios europeos. ¿Por qué en México no? Claro que jamás se cuestionan si en México tenemos una verdadera democracia o una todavía en pañales. Y, ¿quién les habrá dicho que en México los gobernantes no hacen campaña por sus candidatos? La diferencia es que aquí, como ese fenómeno tan peculiar que fue Fox, se hace violando abiertamente la ley y la misma Constitución. Esa es la pequeña diferencia.

¿Quién podría poner en duda que los principales actores en los próximos procesos electorales serán el presidente de la República y los gobernadores (y también los alcaldes) y no los partidos ni sus candidatos en cuanto a promoción del voto se refiere? Tienen todo de su parte: impunidad garantizada en sus actos, leyes malhechas que fallan en regular esos procesos con rigor, autoridades administrativas electorales poco confiables y muy maleables y, finalmente, instancias jurisprudenciales que pueden decidir lo que los votos no indicaban. Eso es, justo, lo que ahora se revela ser nuestra democracia.


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ES EL TRABAJO...............



Rolando Cordera Campos
Es el trabajo...

Este lunes se reúnen en Washington el presidente electo Obama y el presidente Calderón. Bajo una crisis que no deja títere (financiero o no) con cabeza, pasarán revista a la que es ya, por desgracia, una agenda rutinaria que sin embargo recoge temas incandescentes y ominosos en cuanto a sus perspectivas: seguridad, migración y lo que siga.

Mal momento éste para acercarse al diálogo integracionista, pero obligado hacerlo si se quiere que la relación (re)adquiera alguna perspectiva. Integrada su economía cada vez más en la región norteamericana, México llega a su primera cita con el Obama del cambio dramáticamente desintegrado como economía política nacional, cruzado por el desempleo y el subempleo, con sus empresas líderes sobrendeudadas en dólares y su comercio exterior en caída libre.

“Trade, not aid”, proponía el presidente Salinas a los estadunidenses en su venta del TLC; y comercio hubo, pero no el progreso material, económico y social que el libre comercio postulaba como su inevitable colofón. En vez de ello, un norte mexicano envuelto en llamas, con un hábitat devastado y el éxodo de familias y empresarios pudientes. También en tránsito sus mejores y más brillantes jóvenes, abatidas sus expectativas y nublado su horizonte por los dilemas del diablo que los esperan a la vuelta de cada esquina.

Escindido socialmente, México ofrece una geografía humana y política minada por años de penuria y falta de crecimiento, inconsistencia en las políticas de infraestructura, renuncia del Estado a cumplir sus obligaciones tutelares, de seguridad y promoción del desarrollo. Las relaciones sociales son casi un mero eco de aquellos años de la “gran promesa” del cambio globalizador, y es tal vez por ello que el formato político dominante vuelva a ser el de los fastos del presidencialismo autoritario y sus corporaciones, recursos, cohesiones imaginadas, discursos imbatibles, por lo menos hasta el fin de la reunión.

Se imita el formato pero sólo como ornato, porque sus actores hicieron mutis y sólo queda el inefable Gamboa Pascoe, porque poco tiene que ver el intemperante señor Paredes del Consejo Coordinador Empresarial con don Gastón Billetes o los zares de la industria de la construcción. Todo se volvió miniatura y la dictadura estabilizadora llevó a las fuerzas productivas a un estado estacionario que les ha encogido sus resortes y energías. Nada será como otrora, de ahí que la nostalgia priísta no haga sino contribuir a reproducir el estancamiento económico y mental, estabilizador hasta ayer, hoy acosado por el espectro de la inflación que cierra 2008 por encima de 6 por ciento y quiere ir por más.

A contracorriente de la temida deflación que amenaza a la economía estadunidense, los datos mexicanos hablan de un repunte inflacionario que, de seguir actuando el Banco de México como dice que le mandan la ley y la Constitución, redundará en un mayor estancamiento productivo y del empleo: la horrible estanflación que sitia a la política económica convencional y reduce al mínimo los grados de libertad de las economías nacionales.

En nuestro caso, estos márgenes para la acción autónoma fueron constreñidos por adelantado con el tratado, la autonomía del Banco de México y la tristemente célebre Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria. Con el tremendo diagnóstico de Carstens: ni creceremos ni decreceremos, sino todo lo contrario (¡oh, Bernardo Aguirre!), quedaremos “tablas” en el pantano que no evitará que los precios suban, por un buen rato al menos. El limbo hacendario, pues.

La relación bilateral encara un muro de concreto, rayos láser, retórica encontrada. El llamado Plan Mérida parece en este contexto un pésimo “cultivo” de los rangers y los rurales, pero puede servir para hacer evidente que la conversación debe dirigirse a otras praderas. En el centro no estará la pretensión soberanista o la grandilocuencia del nuevo rico; tampoco la prepotencia imperial que minimizaba y reducía al absurdo las durezas de la vecindad. Lo que articula y articulará con intensidad la relación bilateral es la falta de trabajo en ambos lados de la frontera, su creciente precariedad entre nosotros, el incremento diario del despido y la falta de empleos aquí y allá.

Un desempleo masivo (11 millones ya en Estados Unidos), una subocupación galopante (la mitad de nuestra fuerza de trabajo, y sigue), una inseguridad social y laboral masivas, que en México ahoga sobre todo a los jóvenes, ausentes del todo del “Acuerdo nacional” del miércoles (ya vendrán otros), como lo reporta La Jornada (9/1/09), conforman el escenario de un encuentro que debería servir para abrir las cartas de un nuevo juego que sometiera a revisión las expectativas e ilusiones del libre comercio en código neoliberal y abriera la puerta a una deliberación compleja, ambiciosa, sobre una integración que no será nunca eso, sino desbandada sin fin, de no tomar en cuenta el tema social, las asimetrías estructurales, la tragedia laboral. No es la economía… es el trabajo, que no puede ser un tema más; nunca debió haberlo sido.


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EL FLOJO Y EL MEZQUINO RECORRERAN MAS DE TRES VECES EL CAMINO




Mario Di Costanzo
El flojo y el mezquino recorrerán más de tres veces el camino

Por tercera vez en menos de un año, el llamado gobierno de la “estabilidad y el empleo” ha anunciado una serie de medidas que supuestamente ayudarán a la economía a superar la tremenda crisis que golpea y daña la planta productiva del país y la economía de las familias.

Para ello, sólo basta recordar que el 3 de marzo del año pasado Felipe Calderón anunció 10 medidas a las que bautizó Programa de Apoyo a la Economía y que supuestamente permitiría que la economía mexicana superara las graves consecuencias que tendría para nosotros el deterioro de la actividad económica en Estados Unidos.

En dicho plan se incluyeron descuentos tanto en los pagos del impuesto sobre la renta (ISR) como en los del impuesto empresarial a tasa única (IETU); se habló también de otro tipo de “estímulos fiscales”, entre los que se mencionaron descuentos a las aportaciones patrimoniales del Seguro Social y descuentos a las tarifas eléctricas.

También se anunció una bolsa de 60 mil millones de pesos para apoyar a las pequeñas y medianas empresas e inversiones públicas adicionales por 40 mil millones de pesos, derivadas del Fondo Nacional de Infraestructura, así como un apoyo de 650 millones de pesos para el Sistema Nacional de Empleo.

Con respecto a este plan, en mi colaboración del 8 de marzo, titulada No que no tronabas pistolita, advertí entre otras cosas que sus 10 acciones resultarían absolutamente insuficientes para cumplir con sus objetivos y que la situación económica era mucho más grave de lo que hasta en ese momento había señalado el propio Agustín Carstens.

Señalé que Felipe Calderón debió haber propuesto un agresivo programa de desarrollo de infraestructura en municipios de alta marginación para contribuir a la generación de empleos.

Fue evidente que el Programa de Apoyo a la Economía, anunciado con bombo y platillo, resultó absolutamente inútil y la economía de las empresas y de las familias aceleró su deterioro.

Tan así fue, que el 8 de octubre del año pasado, y en medio de la debacle económica mundial, Felipe Calderón anunció su segundo plan, el Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo (PICE), el cual gracias a sus inconsistencias, inoperancia y falta de congruencia en cuanto al entorno económico que proyectaba, originó, entre otras cosas, la incertidumbre que dio paso al ataque especulativo contra el peso, que culminó con la devaluación de nuestra moneda y la pérdida de más de 15 mil millones de dólares de nuestras reservas internacionales.

Sin embargo lo verdaderamente paradójico es que durante su presentación Agustín Carstens señaló: “Si bien la economía mexicana presenta condiciones estructurales sólidas y el sistema financiero no constituye un canal de contagio, el gobierno federal pone en marcha el PlCE como una respuesta oportuna y efectiva para apuntalar aún más la actividad económica en nuestro país”. Cabe recordar que a decir del propio Carstens, el PICE involucraba una bolsa por más de 255 mil millones de pesos para reactivar la economía.

Así, el pasado 7 de enero, Felipe Calderón nuevamente anunció 25 medidas a las que llamó Acuerdo Nacional en favor de la Economía y el Empleo, que son demagógicas, absurdas y resultarán insuficientes para enfrentar la crisis en la que estamos inmersos, entre otras por las siguientes razones:

La estrategia sólo congela el precio de las gasolinas, pero en un nivel en el que actualmente superan por mucho al que existe en otros países del mundo; la estrategia no plantea la reducción, ni tampoco el congelamiento del precio del diesel que es utilizado por muchos sectores productivos, como es el caso de la pesca o de los productores agropecuarios, y mucho menos de los precios de los principales artículos de consumo de la canasta básica, más aún cuando muchos de ellos han registrado incrementos superiores al ciento por ciento.

El acuerdo no otorga un incremento emergente al salario mínimo que restituya el poder adquisitivo del mismo y el cual mínimamente debía de ser de entre 12 y 15 por ciento. Se anuncian una serie de “incentivos fiscales” para que las empresas no despidan personal; sin embargo, mantiene la aplicación del impuesto empresarial a tasa única (IETU), aún cuando este impuesto tiene un fuerte sesgo contra el empleo.

Es decir, que mientras que en la mayoría de los países del mundo se buscado disminuir la carga fiscal, en el caso del programa calderonista la tasa del IETU se incrementó 0.5 por ciento.

Se busca ampliar la capacidad de retiro del fondo de ahorro de los trabajadores en caso de despido, lo que pone aún en un mayor riesgo sus pensiones futuras, esto en otras palabras implica que el costo de este apoyo a los trabajadores será con cargo a sus respectivas pensiones para su retiro.

Se deja a un lado el problema de la cartera vencida de los deudores tanto de tarjetas de crédito como hipotecarios, como es el caso del Infonavit. Conviene señalar que la única manera de caer en cartera vencida en el Infonavit es mediante la pérdida del empleo.

Resulta contradictorio e ineficiente que por un lado se han disminuido “unilateralmente” los aranceles para la importación de productos provenientes de países con los que no tenemos acuerdos comerciales, dañando enormemente a la planta productiva nacional y al empleo, y por otro lado se “establezcan incentivos fiscales” para tratar de proteger al empleo.

Se dice que Nafin y Bancomext incrementarán en 21 por ciento sus apoyos a las pequeñas y medianas empresas, pero no se hace nada para bajar las tasa de interés que convierten en prohibitivos estos apoyos.

Y de los recursos que involucra el acuerdo, que según Carstens son 120 mil millones de pesos, mejor ni hablamos porque ya no sabemos de dónde están sacando tanto dinero para financiar programas que no han servido para nada; y por ello digo que el flojo y el mezquino recorrerán más de tres veces el camino.


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CRISIS Y PROGRAMAS ANTICRISIS




Antonio Gershenson
gershen@servidor.unam.mx
Crisis y programas anticrisis

El secretario de Hacienda rectifica parcialmente. De pronósticos de crecimiento lento se pasa a cero crecimiento. Pero la realidad es que hay para este año caída, decrecimiento de la actividad económica. No se trata sólo de las empresas que cada mes cierran por cientos. Cuando se anuncia que cierran temporalmente las armadoras de coches, eso significa que no pueden exportar a su principal mercado, Estados Unidos. Y que las plantas que les producían componentes y refacciones, incluyendo por ejemplo llantas y acumuladores, cierran también.

También está la declaración oficial en el sentido de que a México le va menos peor que a Estados Unidos y otros países. Pero, además de que la fuente de información no es confiable, pues tampoco se están contando factores que afectan a la gente. Claro, los altos funcionarios sí ganan más que sus equivalentes de esos otros países. Pero la absoluta mayoría de la población sí resulta afectada. Sólo el factor de la devaluación ya nos pega a nosotros y a otros no. El tipo de cambio está cambiando diario, pero siempre por arriba del 30 por ciento de devaluación en los últimos meses. Esto significa aumento de precios a todo lo que se importa, o que por diferentes causas sus precios son fijados en términos de los estadunidenses. Y aumentos superiores, también, al 30 por ciento. Obviamente, este factor no está afectando a la población del país del norte; el que se devalúe el peso frente al dólar en todo caso va a abaratar las mercancías mexicanas que van para allá.

Otro aspecto del discurso oficial es hablar de la crisis en México como algo que viene, no que ya está aquí. Y al hablar de ciclos se quiere dar a entender que esto no dura mucho. Pero incluso en Estados Unidos se reconoce que el porcentaje de desempleados llegó a 7.2 por ciento, y se señala que incluso con las medidas de estímulo de la economía va a seguir subiendo, y que a finales de 2009 va a rebasar 9 por ciento de desempleados.

Se publica en uno de los principales diarios estadunidenses que desde que empezó la “recesión” en diciembre de 2007, se perdió un alto porcentaje de los puestos de trabajo no agrícolas de ese país. Y estos afectados tienen seguro de desempleo. Con la gran dependencia del vecino país, que ha aumentado con el “libre comercio”, es claro lo que tenemos enfrente aquí.

Otros países ya incluyeron en sus programas de recuperación el alza a los impuestos a ciertas importaciones, o programan la de todas ellas. Buscan la recuperación del mercado interno para compensar la crisis del mercado externo.

El programa que aquí se anuncia contra la crisis ni siquiera toma en cuenta la existencia del campo y de los campesinos. Y se bajan los impuestos a las importaciones, para bajar sus precios, al mismo tiempo que se estimula el aumento de precios con el alza a los energéticos, y se aumentan una miseria los salarios mínimos, se niega protección a los estafados en las Afore, y el desempleo aumenta más.

La cantidad de bienes y servicios que está subiendo de precio aumenta, en perjuicio de cada vez más mexicanos. Ya señalamos que en los aumentos, además del incremento mismo, había el agravante de que se subía más el precio del diesel que el de la gasolina. Ahora, con la gasolina Magna a precio fijo y el diesel subiendo, este problema se agrava.

No se trata sólo de que se afecta a la pesca, que usa diesel marino, sino que casi todo el transporte por carretera se hace con diesel, y todas las mercancías transportadas así van a seguir subiendo de precio. También las transportadas en camiones grandes en las ciudades, y en muchos de los medianos.

Esto implica que la política económica vigente sigue afectando el nivel de vida de la mayoría de la población. Al haber, como consecuencia, una contracción del mercado interno, con el mercado externo por los suelos, la industria va a seguir deprimiéndose. Esto no se va a resolver con discursos ni cambiando algunas palabras por las “modernas”.


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