martes, 13 de mayo de 2008

DESTRUCCIÓN DE INSTITUCIONES

DESTRUCCIÓN DE INSTITUCIONES

Víctor Flores Olea


En este tiempo de destrucción de instituciones, no se ha olvidado a la Universidad Nacional Autónoma de México. La coincidencia de una estancia de estudiantes universitarios en un campamento guerrillero masacrado en territorio ecuatoriano por el ejército colombiano, ha sido pretexto para que, otra vez, se emprenda contra la UNAM llamándola “nido” de guerrilleros. Los argumentos vienen de quienes hace tiempo se empeñan en demoler la educación publica, y las instituciones republicanas y liberales de México.

Ya la Universidad habló hace días por voz de sus autoridades y, en rigor, la institución varias veces centenaria, que se defiende sola, no necesitaría de la mía para reafirmar los valores que encierra, ni su carácter insustituible en el cuerpo nacional. Sin embargo, ante la necedad inmoral del ejecutivo, que ha guardado ominoso silencio respecto a los ataques que ha sufrido la principal institución universitaria del país (y de investigación y difusión cultural), no sobra añadir una voz a la de quienes se han pronunciado y se pronunciarán en favor de la misma. ¿O el silencio del gobierno se debe a su coincidencia esencial con quienes han procurado desprestigiar a la Universidad en estas semanas? ¿O es de los altos círculos de gobierno que viene la iniciativa destructora? En todo caso el lamentable silencio suscita estas preguntas.

No, la UNAM no es un nido de guerrilleros sino más bien, ampliamente, un nido de inteligencia para el ejercicio de las libertades y la democracia. Desafortunadamente para los actuales gobernantes, confesionales y privados, no es fácil reconocer la importancia histórica de la Universidad Nacional y, en general, de las instituciones públicas y nacionales de educación superior. Para ellos es “natural” el repudio a todo lo que suene a público y nacional, y lo hacen desde el corazón mismo de las instituciones públicas y nacionales, desde lo alto del Estado mismo.

Eso sí, habría una razón justificada de su congoja por la UNAM, ya que continúa siendo el espacio más importante de la formación crítica, del pensamiento libre, en el país. Y entonces no es tan sencillo que pasen desapercibidos los actos de gobierno confesionales, contrarios a nuestra historia laica y negadores de la dignidad nacional y el buen manejo de los asuntos del Estado.
Por eso decimos que resultó lamentable la entrevista del actual Secretario de Gobernación, quien negó ante Joaquín López Dóriga haber incurrido en falta alguna al firmar contratos con PEMEX en representación de una empresa privada que hacía precisamente negocios con PEMEX, siendo él alto funcionario de la Secretaría que tiene asignada a su competencia, formal y funcionalmente, a la empresa petrolera.

La exhibición se hizo risible cuando el funcionario afirmó repetidamente que no había en su firma ni ilegalidad ni falta ética alguna. El funcionario resultó amnésico de los ilícitos en que incurrió, según la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos y el Código Penal: conflicto de intereses, tráfico de influencias, abuso de autoridad, uso indebido de funciones, coalición de servidores públicos. El fariseísmo de las “nobles” almas empresariales alcanza dimensiones insospechadas.

Eso sí, para el gobierno de Felipe Calderón y para su proyecto privatizador de PEMEX su Secretario de Gobernación se convirtió en un trasto inservible. Sigue pues a la orden del día la destrucción de las instituciones nacionales, en este caso a través de un personaje que, para decir lo menos, devalúa la función y la institución en que (“con tanto sacrificio”) dice prestar sus servicios.

El temperamento de Calderón, unilateral y sin amplitud de miras, lo ha conducido a una grave parálisis del ejecutivo que se traduce ya en desilusión o en franco rechazo a su función presidencial (más allá de la legitimidad democrática del origen). Medianía, chasco y hasta desprecio por un presidente que, se repite, entregará al final del sexenio cuentas más lamentables aún que las de Vicente Fox, lo cual es mucho decir.

Las instituciones nacionales parecen pues caerse a pedazos, en lo que pone el ejemplo el jefe del ejecutivo, y a lo cual cooperan sin inhibiciones el poder legislativo y el judicial. En el primero, la escandalosa penetración de los intereses que compran y venden voluntades legislativas, han aislado a las cámaras de sus bases populares. Hasta el punto en que nadie piensa hoy que del legislativo surgirá un cuerpo de decisiones realmente salvadoras del país, quiero decir, que signifiquen cabalmente pasos adelante en la vía de la igualdad, del beneficio de todos, de la vigencia del derecho, a pesar de los sermones diarios. Por lo que hace al poder judicial, el desaliento es también enorme, probado varias veces recientemente por increíbles decisiones torcidas o directamente compradas (con dinero o privilegios políticos).

Y, como si no fuera suficiente, la destrucción institucional llega hasta los partidos políticos, como lo muestra el espectáculo que ofrece el PRD en estos días. Habría mucho que decir sobre esta destrucción partidaria, y acerca de la real situación del PRI y del PAN, pero el hecho de que la organización que se sustenta como de izquierda viva ante la nación este sainete, nos habla elocuentemente de nuestra destrucción institucional. Tema, naturalmente, al que volveremos en próximas entregas.

No hay comentarios: