jueves, 6 de noviembre de 2008

India: intercambios culturales

Margo Glantz


Me hacen una resonancia magnética en el hospital de Nutrición, me acuestan en un aparato semejante a un ataúd; “le vamos a poner una especie de mascarita”, dice el radiólogo. No contesto, tengo el cuerpo tenso, antes me han inyectado en las venas –si a las mías puede llamárseles venas, por lo delgadas y anémicas– un líquido para el contraste.

De repente, un ruido intenso como si estuviesen tronando cuetes y al mismo tiempo se pusiese en marcha una máquina en una acerería de esas que antes había y ahora adornan un hermoso parque en Monterrey; examinan mi cuello, tengo una carótida gorda y una flaca, soy una especie de Laurel y Hardy en miniatura, ¿de nacimiento o estoy a punto de abandonar este valle de lágrimas?

Trato de no oír el ruido de la máquina y el sonido me retrotrae a mi último viaje; escucho, agigantado en el recuerdo, el alboroto de las calles de la India, de donde acabo de volver hace unos días. Los incesantes cláxones de los coches (“Please horn”), las bicirikshós, los motorikshós, las motos llevando a dos o más personas, el motorista con su casco, de uso reciente en esas tierras, uso que se multiplica como los vehículos y los cables de electricidad.

Fui invitada junto con los poetas Francisco Hernández y Armando González Torres a visitar la India por la Sahitya Akademi –un equivalente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes–, la embajada de la India en México, Bellas Artes y Relaciones Exteriores. Una comitiva electa por la edad –soy la mayor– y el género tanto sexual –represento al sexo débil– como literario.

Estuvimos primero en Delhi: nos atendieron de manera espléndida. Estuvimos alojados en el hotel Ashok, en el barrio de las embajadas, con grandes y hermosas avenidas. Recorrimos algunos de los sitios más impactantes de la ciudad, por ejemplo el Fuerte Rojo, y tuvimos un encuentro con escritores, periodistas y académicos indios, para quienes México se resume en Octavio Paz, a quien veneran; recientemente han conocido a Carlos Montemayor y a Jorge Volpi, de quienes nos hablaron con interés. El poeta y editor Conrado Tostado, buen amigo, es nuestro agregado cultural.

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