domingo, 4 de mayo de 2008

Nada que celebrar

Rolando Cordera Campos


Pasó el primero de mayo y la clase obrera sigue en el paraíso. Más de la mitad de la fuerza de trabajo ocupada sobrevive en ocupaciones informales, sin seguridad social ni ingreso seguro. Casi todos los que trabajan en este submundo lo hacen en condiciones precarias, su productividad es baja y estancada y sus ingresos rondan el mínimo. No se puede decir que desde esa circunstancia pueda generarse aliento cultural alguno y en la política sólo puede cundir y prosperar el reclamo airado, cuando no corporativo, que suele quedar en manos de liderazgos donde la compra y venta de protección es la costumbre más socorrida.

Con menos de 10 por ciento de los trabajadores organizados, el sindicato se ha vuelto una curiosidad sociológica, cuando no arqueológica. Foco del ataque neoliberal, hoy parece más bien coto de caza de oligarcas mal educados, quienes sojuzgan a los responsables de hacer cumplir la ley laboral y acosan a los trabajadores, atestiguan impávidos la inexistencia de seguridad laboral y amparados por la protección de gobernadores, como en Sonora, violan los derechos humanos y las libertades consagradas en la Constitución, mientras buena parte de la opinión pública celebra la libertad de empresa.

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